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Adolfo Llauradó
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Adolfo Llauradó, el cubano que estremecía escenarios

Muchas veces hemos escuchado decir que la famosa actriz Daysy Granados es “el rostro del cine cubano”, pero ¿qué hombre está a la altura de acompañarla en este calificativo?, quizás uno de los mejores y más importantes actores de Cuba, Adolfo Llauradó.



Este importante actor contaba con igual facilidad para estremecer los escenarios y las lunetas. Tal vez es recordado como un personaje de Chejov sobre las tablas o como el irreverente machista frente a la pantalla.

Estaba seguro desde su infancia lo que haría en el futuro: interpretar papeles de otros seres imaginarios, todos al igual lo acompañaban como seres entrañables.

Llauradó era capaz de hacer cualquier maniobra para interpretar un personaje. Un ejemplo de ello es en su papel “el otro Francisco” donde tuvo que engordar tanto que llegó a pesar más de doscientas libras.

Luego representó otro papel opuesto, tuvo que adelgazar mucho bajo una estricta dieta que se basaba en un vaso de  leche descremada en la mañana, al mediodía una taza de caldo sin grasa y por la noche igual menú.

Adolfo Llauradó, un malvado de película

Por su parte el papel “El capataz del Rancheador”, era un personaje que causaba repulsión. Para demostrar más esto, se hizo varias manchas en los dientes para que simularan caries. En el momento que el personaje debía ser aún más repulsivo, pedía mantequilla y se la untaba en la cara para así verse más sucio, ¿No era todo esto demasiado sacrificio? le preguntaba la gente, pero Llauradó tenía su respuesta: “Para mí el hecho de construir un personaje es una responsabilidad muy  grande y más si se trata de una película”.

En el teatro, los actores cuentan con la oportunidad de repetir e ir mejorando. “Pero en el cine, una vez que filmas y quedas muy bien, según el director, no hay otra oportunidad”. Contaba el gran intérprete cubano. Sin embargo, Llauradó no sólo se ocupaba del exterior del personaje.

El proceso de crear una “criatura” duradera en el tiempo y la memoria de los cubanos, lo disfrutaba mucho en el teatro y el cine lo que le presentó grandes oportunidades. La televisión también le gustaba aunque la hizo con poco esmero por la falta de proyectos interesantes.

El famoso actor expresó que nunca abandonaría el cine y cumplió con su palabra. El teatro fue una de tantas pasiones, una eminencia desde el principio. “El teatro vale cualquier sacrificio”. Decía el intérprete y agregaba: “Sientes al público de tu lado y hasta el tono de la voz puede cambiarte por alguna de sus reacciones. El teatro propicia la formación total del actor”.

Aunque lo asociamos con el cine y el teatro, Llauradó también hizo televisión, medio que según contaba “posee el encanto de entrar a todas las casas sin pedir permiso”. Debutó en mil 957 en un protagónico, dirigido por Antonio Vázquez Gallo. Así recordaba aquella experiencia inicial: “Entonces no se grababa: todo era muy rápido y en vivo: imagínate a este guajirito acabado de llegar de Santiago de Cuba… yo veía que de una escena a otra la gente se cambiaba mucho de ropa. Los cambios de tiempo eran casi reales, como si tuvieras el poder de convertir el día en noche en un instante”.

Una vida dedicada a la actuación

El estereotipo de un cubano de pura cepa progresó con filmes como “Retrato de Teresa” y “Lucia”, donde el papel que representaba era de un “macho” machista que encerraba a su mujer en casa y disfrutaba la calle sólo él.

El actor no le molestaba ser conocido por estos papeles si los mismos le daban reconocimiento en su carrera. Pero tampoco le agradaba caer en encasillamientos.

En una ocasión confesó esta impresionado por lo que es el cine cubano. Aquel que cuenta una historia así este mal contada pero con una entrega total de la gente. El actor, reconocía estar contento con su obra aunque podía mejorar. Este aspecto lo heredó de los directores, entre ellos Humberto Solás de “Lucía”, quien destacaba su gran capacidad de improvisación, algo que era mágico para un actor.

El actor debutó en el cine a través de la película “Cuba 58” de Jorge Fraga. La escena más memorable que representó fue la pelea de “Retrato de Teresa. Comenzaron a filmar a las cuatro de la tarde y a las cinco de la mañana aún seguían trabajando en ella. Los dos actores estaban agotados. A esa hora el director invitó a Daysy y a Llauradó a un café.  Así volvieron a entusiasmarse y pelearon de tal forma que terminaron llorando, de verdad…Entonces el cineasta dijo “Ha quedado muy bien pero hace falta una segunda toma…”

Realizó varias veces de pareja con la actriz Daysy Granados de quien aseguraba “es una actriz de lo insospechado, una mujer de gran  fuerza y vitalidad total”.

A Adolfo Llauradó le llamaban la atención los personajes “complicados”, los que demandaban esfuerzos adicionales para representarlos. Prefería que los papeles fueran como las personas que observaba en su día a día ya que era un muy buen observador.

Su infancia jugó un papel importante en su futuro. De niño cada viernes decía los versos a la patria en su escuela. Cuando vivió en Santiago, quedaba cerca una emisora y le apasionaba ver como hacían las novelas. Quizás esta cercanía le motivó a volverse actor. También era cantante y estuvo en un programa cantando en trío “las tres jotas”. Con esto ganaron un premio y se fueron a la Habana.

Cuando tenía doce o trece años tomó un gran riesgo presentándose en CMQ presentando una carta donde aseguraba que Gina Cabrera lo estaba solicitando para la obra. Pero lo más sorprendente fue que la actriz le dijo “¡Qué bueno que llegaste porque te estábamos esperando!”.

Vivió más de cincuenta años actuando, representando la vida de otros seres imaginarios. Para el actor nunca fue suficiente ese tiempo. Además encontró otra vocación detrás de cámara y dirigió documentales sobre Carilda Oliver Labra y las Divas cubanas.

Una de sus últimas apariciones en pantalla fue en “Las profecías de Amanda” donde tenía el papel como esposo del personaje de Daysy Granados. En la película no logró salvarlo a pesar de poseer poderes sobrenaturales.

El actor sufría de una larga y lamentable enfermedad como es común decir en estos casos.

Fue a inicios del siglo XX, que el arte, teatro, televisión y cine cubano, perdieron una pieza importante: Adolfo Llauradó.

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Escrito por | Redacción TodoCuba

Fuente: EcuRed / Archivo TodoCuba

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