fbpx
El secreto mejor guardado de Dulce María Loynaz
Collage TodoCuba

El secreto mejor guardado de Dulce María Loynaz

Una de las más grandes escritoras cubanas. Así podría definirse a Dulce María Loynaz, una mujer de letras y artista innata, pero con gustos y aficiones muy particulares. La autora de Jardín coleccionó desde bien niña centenares de abanicos.



Lo normal es que tuviera al menos uno, pero no, a la Loynaz le apasionaban dichos objetos, para los cuales reservó una sala de su mansión del Vedado y construyó vitrinas para su correcta conservación.

los 300 abanicos de Dulce María Loynaz

En total, la colección reúne más de 300 piezas, a las cuales la poetisa fichó, catalogó e inventarió. Aún se conserva de su puño y letra el inventario de los abanicos con su correspondiente descripción, el año en que fueron adquiridos, los materiales con los que se confeccionaron y como los adquirió.

Realizados en diferentes épocas, estilos, técnicas y materiales, los abanicos más importantes están firmados por artistas como Madeleine Lemaire, pintora francesa del siglo XIX, quien fue amiga y musa de Marcel Proust, o los famosos modelos Vernis Martin, creados en el XVIII.

Además, la serie acoge once piezas pertenecientes a familias adineradas de la época colonial como los de la marquesa de Zuazo Rendón y la marquesa de Pinar del Río.  

Los hay hasta muy sencillos, con paisajes de la campiña o reproduciendo pinturas del renacimiento hasta otros muy valiosos, como uno bordado en oro y empastado en nácar.

Dulce María Loynaz y uno de sus abanicos predilectos
Dulce María Loynaz, el salón de su casa y uno de sus abanicos predilectos. Fuente: Collage TodoCuba.

Abanicos muy originales

Incluso hay abanicos muy novedosos y originales. Uno tiene un espejo en la base, con el objetivo de que la damisela pudiera ver en las representaciones teatrales quien se sentaba atrás.  Así la fémina podía saber si su amado estaba o no en el recinto.

Otro tiene, también en la base, una lente a manera de binocular, con el fin de mejorar la visión si se estuviera sentado en el palco de un teatro.

Aunque a Dulce María Loynaz le apasionaba coleccionar estos objetos muy pocas veces los usó. En una entrevista a la televisión cubana, cuando ya tenía una edad muy avanzada se abanicó con el confeccionado con oro y nácar. Sus más preciadas piezas constituían frágiles obras de arte, fáciles de perder y muy difíciles de reunir.

Pero además, afirmaba que no le gustaba mucho usarlos, ya que según ella, creía que eran una invención de las mujeres para parecer más tontas.

Escrito por | Redacción TodoCuba

Fuente: CiberCuba / Archivo TodoCuba

Patrocinado por: CubitaNOW - Noticias de Cuba