
Literatura cubana en la cajita de Nelson Simón
martes, 2 de julio de 2019
Al oeste de la Habana, el territorio más occidental de Cuba: Pinar del Río, la provincia natal del dueño de muchas musas y de varios libros para niños, Nelson Simón.
Nelson Simón se ha librado de los estereotipos porque sabe que la soledad pude morir poco a poco.

Porque los buñuelitos en almíbar son perfectos afrodisíacos y porque no hay nieve ni frío que detengan a un enamorado.
Así nos dijo una vez para que todos entendiéramos su posición:
“Yo creo que eso es parte del valor que tiene la obra: el atrevimiento, lo arriesgado, lo osado en cuanto a la temática. Es como un reto, un intento de transgredir algo”.
Sin dudas, Nelson sabe que se ha ido convirtiendo en un escritor del amor.
Y lo demuestra en su libro Cajita para dos, donde todas las historias gravitan alrededor del universo afectivo de los niños y los adolescentes.

Solo las palabras del propio Nelson Simón logran resumir la esencia de los cuentos incluidos en este volumen:
“Pietro y Carmina se refiere a los nuevos patrones que se imponen en la juventud, transmite la necesidad de priorizar lo sentimental, lo espiritual por encima de lo material y refleja la heroicidad de la juventud al arriesgarlo todo, hasta la vida, por amor”.
“Valentín y Valentina es también una historia romántica cuyo pretexto es la soledad que una persona de cualquier edad puede sentir, aunque los personajes del cuento son dos viejitos. A veces, cuando uno está solo, piensa que en otro lugar puede haber alguien sintiéndose idénticamente igual y este es el detalle del cuento”.
“Lilo y Nanana es una historia sobre la fidelidad. En estos tiempos en que las relaciones son tan efímeras y abundan los divorcios, el cuento viene a ser como la contrapartida porque relata la historia de dos personas que han decidido estar por siempre juntos y finalmente ella muere en el mismo instante en que él deja de respirar. Esta narración está basada en hechos reales y nos demuestra que no todos los finales son felices”.
Y es que, sin olvidar la inocencia de los niños, Nelson no teme mostrarles la realidad desde un ángulo menos perfecto.
Quizás ahí estuvo su mayor reto al escribir este libro.
Y por si fuera poco, no olvidó a los adultos: cualquiera puede encontrar en sus narraciones un espacio para disfrutar las bondades de la vida.
