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La triste historia de Farah María, el travesti más famoso de Cuba (+ Fotos)

En la “tolerante” Cuba de hoy ser travesti no es el fin del mundo, aunque no esté exento de riesgos; pero en la época en que Raúl Pulido Peñalver decidió convertirse en Farah María (la que con el paso del tiempo llegó a convertirse en el más famoso “maricón” de Cuba) no era cosa de juego y acarreaba serias consecuencias. De ahí que muchos decidieran inhibirse y malvivir antes que salir del closet.



Raúl, como le pusieron sus padres nació en San Antonio de los Baños en 1965. Su madre murió de leucemia cuando era niño y quedó al cuidado de su padre, quien se lo llevó a vivir a La Habana, a un edificio de la calle San Nicolás, donde tenía una querida que fue la madre de tres de sus hermanos.

Con siete años fue a parar a una escuela especial para niños con problemas de conducta en las cercanías del Parque Lenin donde su padre y madrastra se olvidaron de él. Ni siquiera en los días de pase los fines de semana su padre iba a recogerlo para llevarlo a la casa.

Ya desde esa edad se le notaban gestos y ademanes afeminados que despertaban la ira de los maestros y lo convertían en el centro de atención de sus compañeros. Cada vez que las maestras lo regañaban él respondía que “iba ser maricón hasta el último día de su vida” y que no perdieran más el tiempo tratando de evitarlo.

Los pocos días que pasaba en el edificio de San Nicolás robaba las sábanas de los vecinos para improvisar vestidos con los que hacia desfiles en la azotea y tiraba besos a los transeúntes. Su padre que no entendía de “mariconerías” le daba tremendas tundas de golpes que sólo terminaban con la intervención de los vecinos y la policía. En una de ellas desesperado intentó suicidarse tirándose desde lo alto del edificio.

Sólo la intervención de uno de sus hermanos logró impedir que lo hiciera.

Raúl, como le pusieron sus padres nació en San Antonio de los Baños en 1965.

A los doce años comenzó a estudiar en una escuela taller mientras trabajaba como criado en algunas casas o hacía encargos para buscarse unos pesos. Con el paso del tiempo dejó de dormir en casa de su familia y frecuentar grupos de homosexuales.

Cuando su padre se enteró de que iba a la escuela con uniforme de mujer y se hacía motonetas en la cabeza lo encerró en un cuarto de desahogo fuera de la casa. Allí enfermó de gravedad por la humedad e incluso se le privó de la comida.

Sus hermanos se rebelaron contra la actitud de su padre y abandonaron la casa. Raúl quedó sólo con su padre y las peleas, hasta que un día le reventó un botellón de cristal en la cabeza y terminó en la policía. Su padre ganó el juicio que se les siguió y Raúl se fue de su casa para siempre.

Lo acogió Jorge González Mesa, alias “La Reglana”, un famoso homosexual que vivía a unas cuadras, drogadicto y santero, a quien llegó a querer a pesar de las peleas ocasionales que tenía con él.

Eran los años 70 y fue la primera vez que Raúl salió de su casa completamente vestido de mujer para andar por las calles con un vestido de quinceañera que le habían prestado. Había nacido Farah María.

Con siete años fue a parar a una escuela especial para niños con problemas de conducta en las cercanías del Parque Lenin

Para la prejuiciosa gente era sólo un “maricón que se había vuelto loco”, pero para la policía y las autoridades era un cáncer social que había que eliminar. Así comenzaron a caerle multas y “juicios populares” en los que le trataban de curar la homosexualidad mediante el escarnio público. Por cualquier cosa lo llevaban detenido para una unidad y la hacían limpiarla como castigo antes de dejarla en “libertad”.

Farah cometió el “error” de no huir durante el Mariel como hicieron miles de homosexuales y pagó las consecuencias. Por el delito de “extravagancia y ostentación pública” comenzó en 1982 un penoso desfile por las cárceles de la Isla. Tenía 16 años, una edad en la que ya la ley podía juzgarla con toda dureza.

Sin embargo, contrario a lo que pensaban los que le condenaron, su paso por el temido Combinado del Este le encantó. Era la “reina de la prisión”, estaba en un pabellón con más de 300 homosexuales y se sentía en su salsa. Incluso cambió su sobrenombre y por un tiempo se hizo llamar Lulú como el dibujo animado.

Sólo dos de sus hermanos la visitaron en prisión, con el resto de la familia, sobre todo con el padre, la ruptura había sido para siempre.
A sólo una semana de haber quedado en libertad volvió para el Combinado, tras delinquir adrede, pues quería reunirse con el marido que había dejado en prisión. Le costó un poco de trabajo, pues la policía ante sus delitos menores lo más que hacía era darle una buena paliza y ponerle unos pesos de multa; pero cuando destruyó a cabillazos las vidrieras de La Sortija y entró en la tienda para probarse las pelucas la regresaron a prisión.

Así estuvo entrando y saliendo de la cárcel hasta el año 1988 en que uno de sus maridos la esperó en la calle y la lanzó desde un cuarto piso por haberle “pegado los tarros”.

Farah cometió el “error” de no huir durante el Mariel como hicieron miles de homosexuales y pagó las consecuencias.

Se salvó de puro milagro, aunque tuvo fractura de cráneo, quedó temporalmente paralizada y perdió casi todos los dientes.

Sólo en los 2000 decidió que ya estaba muy mayor para seguir pasando tanto tiempo en prisión y decidió calmarse. Tampoco la policía le hacía ya mucho caso. Sobre todo porque Eusebio Leal, el Historiador de La Habana expendió un documento que la certificaba como “personaje costumbrista” y prohibía a la policía hostilizarla por bailar en público y hacer gala de su homosexualidad.

Así llegó a ser reconocida en las calles de La Habana como la madre o precursora del travestismo en Cuba y a buscarse la vida con las propinas que los turistas le daban por tirarse una foto con ella. Hasta Van Van la inmortalizó en su tema “El Travesti” con su “¡Y qué decir de Farah María, Ave María por Dios!”.

Consiguió una pareja estable y un empleo como asistente en el asilo de ancianos de la calle Reina, donde se ganó el cariño de los que allí residían.

Sin embargo, su marido Santiago, fue asesinado en una riña con otro homosexual en casa de Jorge, el protector de Farah, quien murió en dos años después de cirrosis hepática.

Farah lo cuidó hasta el final en el hospital y después se quedó sola.

Escrito por | Redacción TodoCuba

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