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La historia de Ricardo Rodríguez, el cubano que revivió en medio de su velorio

A Ricardo Rodríguez Morejón todos lo conocen en Consolación del Sur con el sobrenombre de “el muertovivo”. No es para menos, pues cuando tenía ocho años de edad, allá por la década de 1950 y todos sus familiares y amigos lo lloraban en su velorio, resucitó en la misma caja en la que tenían pensado mandarlo para el cementerio.



Este pinareño de Pilotos se “murió” a consecuencias de una enfermedad digestiva que le provocó un infarto. O, al menos, eso fue lo que certificó un médico de Pinar del Río cuando se lo llevaron tieso.

Por suerte para él, el padrino de su padre, que ejercía gran influencia sobre la familia le aconsejó que no le hicieran la autopsia. Del hospital fue directo para su casa en un coche fúnebre y en la casa se organizó el velorio.

A Ricardo Rodríguez Morejón todos lo conocen en Consolación del Sur con el sobrenombre de “el muertovivo”.

Ya casi salían para el cementerio cuando su abuela advirtió que el cristal estaba empañado y comenzó a gritar que su nieto estaba vivo. Cuando comprobaron que, en efecto, el niño respiraba se armó tremendo despetronque en casa de Ricardito: Unos salían huyendo despavoridos del susto, mientras los más sensatos sacaban “el muerto” del féretro y buscaban una máquina para llevarlo de inmediato para el hospital.

Cuando llegaron con él a la clínica los médicos no se lo creían. Todos iban hasta la camilla para comprobar si no les estaban tomando el pelo y hasta se hacían fotos con él. En dos semanas, estuvo de alta y pudo regresar para su casa. Desde entonces se le conoce como “el muertovivo”.

En realidad, Ricardo tuvo suerte, más de un afectado de catalepsia (como se le conoce a la afección que reduce los signos vitales casi a cero por hasta tres días y aparenta todos los efectos de la muerte) ha sido enviado sin retorno hacia el cementerio.

Los numerosos casos que se reportaron de “muertos vivos” en el siglo XIX hizo, incluso, proliferar la costumbre de enterrar a los seres queridos en ataúdes de seguridad que tenían campanas y otros sistemas de avisos por si el finado resucitaba y se encontraba con el hecho desafortunado de que ya le habían enterrado.

Este pinareño de Pilotos se “murió” a consecuencias de una enfermedad digestiva que le provocó un infarto

Sin embargo, los médicos que han conocido a Ricardo sostienen que es poco probable que el suyo haya sido un caso de catalepsia. Más bien se inclinan a creer de que el médico que certificó su muerte no hizo bien su trabajo y fue incapaz de percatarse de que no estaba muerto, sino en un coma muy profundo.

Como sea, Ricardo no tiene palabras para agradecer que su abuela se haya dado cuenta de que estaba vivo. De no haber sido por ella se habría perdido la casi totalidad de sus 70 años, en los que nunca ha faltado un día a trabajar por un problema de salud.

Fuente: OnCuba

Escrito por | Redacción TodoCuba

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