Marcelo, el cubano que nadó hasta la Isla de la Juventud
martes, 24 de septiembre de 2019
En una época de su vida, detectaba aviones con la misma facilidad que no se le escapa un pez. Un simple pescador, de alto talle, capaz de engañar con su apariencia de señor rutinario que espera con mucha paciencia otra oportunidad para adentrarse en el mar con el objetivo de extraer sus riquezas, de las que humildemente se sustenta, vale acotar. Él es Marcelo, el cubano que nadó desde Batabanó hasta la Isla de la Juventud.
Tal vez la destreza adquirida en misiones especiales fue la que le permitió lanzarse a las aguas del golfo. Marcelo Hechavarría Reyna se convierte en un libro lleno de anécdotas, cuando es seducido por los recuerdos. Una de estas historias en particular, deja a todo el que la escucha con la boca abierta.
Marcelo: el hombre que nadó desde Batabanó hasta la Isla de la juventud
La idea de nadar desde Batabanó hasta la Isla de la juventud surgió en el año 1980, como un saludo a las Olimpíadas de Moscú. A lo largo de toda la isla, indica Marcelo, los cubanos querían expresar de alguna manera los sentimientos que inundan a los hombres cuando llega un certamen deportivo tan importante.
Recorridos en bicicletas y bojeos eran algunas de las iniciativas que se hacían cuando la Unión de Jóvenes Comunistas del municipio Bejucal junto al Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación, planificaron la travesía que este hombre cuenta como anécdota y que solo está impregnada en la memoria de los que participaron en este evento
Sin trascendencia más que local, luego de varios meses de arduo entrenamiento, solo por interés y sacrificio, comenzó la travesía a nado junto a su amigo Gandulla. Este último aún vive para certificar la realidad de esta historia.
“Salimos un viernes por la noche de Batabanó. Con nosotros iba una lancha que disponía de todos los recursos necesarios para asistirnos. Al principio nadábamos durante tres horas, luego redujimos a dos, producto al cansancio. La travesía demoró alrededor de 39 horas, recuerdo que llegamos a la Isla el domingo”.
La iniciativa tuvo sus orígenes en el nivel institucional, aunque se pudo llevar a cabo gracias al esfuerzo de los participantes. Según dicen, hasta la jaula contra tiburones la hicieron las personas que trabajaban con él.
“Toda mi vida sentí apego por el mar, no le temo, de hecho hoy vivo de él. El carácter aventurero nació conmigo, creo que esto, junto a mi preparación física, hizo posible que lograra nadar los 100 km que separan la Isla de Batabanó. Muchos desconocen esta historia, pero en su momento impactó, sobre todo en nuestro municipio”.
Una experiencia atemorizante y emocionante
Según sus propias palabras, esta fue una experiencia atemorizante y emocionante al mismo tiempo. Por aquellos días, un mal tiempo los sorprendió a mitad de la travesía. Entonces se vivieron instantes de conmoción, porque el mar se puso violento y la fuerza de las olas desató algunos tanques que hacían flotar la jaula.
“Imagínate, esa vivencia entre tantas que he tenido, cuenta como una de las más relevantes. Estuvimos casi un día bajo aquella situación, en una embarcación poco resistente, y encima la jaula se construyó casi artesanalmente. Eso también incidió en el tiempo que demoramos para llegar, porque así no podíamos nadar. Por suerte, la sangre no llegó al río y no tuvimos que lamentar la pérdida de ningún compañero, pero el panorama se puso bien feo”.
Ya han pasado casi cuarenta años, pero solo en el recuerdo de los participantes. La atestiguan también algunas viejas fotografías y documentos en el Museo Municipal de Bejucal. Tal vez ahora es que se pueda resucitar una historia de valor y decisión bajo la única retribución del reconocimiento social y el enriquecimiento del alma.
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