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Viñales: diablillos en el paraíso

Cuando Domingo Ramos Enríquez decidió plasmar en sus lienzos la magia y el encanto del Valle de Viñales, en fecha tan temprana como los inicios del siglo XX, jamás imaginó que tal paraje, para muchos fruto de su imaginación como artista de la plástica, se convertiría en uno de los destinos turísticos más llamativos del mundo.



Pero mucho menos pudo sospechar el pintor en aquel entonces, que el hecho de que Viñales, por sus dotes inigualables, llegara a erigirse como sitio predilecto para el divertimento natural, principalmente de visitantes foráneos, pudiera ser un potencial peligro para la salvaguarda de su exclusividad paisajística y su riqueza autóctona.

El territorio viñalero es un sitio emblemático de la geografía cubana y mundial; un escenario especialmente agradable a la vista de todos, en el que se imbrican en total armonía el valle y el poblado. Fue declarado Monumento Nacional en 1978, Área Protegida en 1998, Paisaje Cultural de la Humanidad en 1999, y categorizado como Parque Nacional en el año 2001.

La Guía Operacional de la Convención Mundial del Patrimonio reconoció que «el Valle de Viñales es un sobresaliente paisaje cársico, en el cual los métodos tradicionales de agricultura (principalmente la cosecha de tabaco) han sobrevivido sin cambios durante varios siglos. La región también conserva una rica tradición vernácula en su arquitectura, artesanías y música».

Si bien dicha declaratoria fue un agasajo y orgullo para el país, por ser la primera zona de América Latina en alcanzar esa condición, nunca se ignoraron los riesgos que para un sitio paradisíaco como este tendría llamar la atención a nivel internacional.

Con el paso del tiempo, la afluencia de visitantes creció. Datos cuantificados por el Ministerio del Turismo indican que en 2016 fueron más de 700 000 los visitantes, y unos 600 000 el pasado año.

Cuando proteger es una oportunidad

Desde el mismo momento en que el sitio se inscribía por la Unesco, existían recomendaciones para proteger el lugar por las organizaciones que hicieron las evaluaciones, comentó Nilson Acosta Reyes, vicepresidente del Consejo Nacional de Patrimonio. «Se hablaba de la necesidad de tener en cuenta las posibles afectaciones que podría generar el turismo».

Acosta explicó que desde el año 2000 se propuso ampliar aquí la capacidad hotelera de las instalaciones ya existentes, pero no crecer en nuevas construcciones.

«Sin embargo, la apertura de la actividad cuentapropista por un lado, y el hecho de que en Pinar del Río no existe un polo turístico, como en Matanzas o en el norte de Holguín, provocó un interés general por Viñales. Población de fuera del territorio comenzó a crear facilidades vinculadas al turismo, como servicios gastronómicos y de alojamiento».

«La cantidad de personas que se ven no son todos  pobladores, sino personal atraído por el comercio, ya que el destino es una fuente de empleo. Están los que trabajan en la construcción, los que contratan para servir, lavar y limpiar, por ejemplo».

Desde la visión de estos funcionarios, el turismo en sí no es tanto riesgo para Viñales como las ilegalidades asociadas a los servicios, en expansión precipitada, para dar respuesta a las demandas de tan alta cifra de visitantes.

Viñales es un paisaje cultural en el que se aprecia el poblado y el valle como un todo. Esta condición le confiere una alta fragilidad. De manera que todo lo que modifique la imagen tradicional incide en los valores por los cuales fue inscrito como Patrimonio Mundial.

Si se cambian los colores tradicionales, las cubiertas de las casas, si se crece en altura, o sobre las áreas cultivables, ello causará un problema significativo en este paraje.

 

 

 

A partir de que se electrificó el Valle en el año 2015,  fue preciso adoptar medidas, porque hubo un incremento de construcciones. En ese momento se acordó limitar las edificaciones en la zona. Ahora se pretende cambiar las cubiertas de un grupo de viviendas que, tras el paso de los huracanes, se cubrieron con zinc y fibra.

Estas son acciones progresivas que requieren la implicación de los pobladores, pues estos deben ver en la conservación del patrimonio la mayor oportunidad para Viñales.

 

El reto está en proteger Viñales, a la vez que se sigue potenciando como atractivo turístico relevante para el país.

 

Preservar un tesoro

Juan Carlos Rodríguez Díaz, presidente de la Comisión Provincial de Monumentos, considera que el turismo es un ente acelerador de la economía cubana, y Viñales tiene que permanecer con los valores identitarios que le han dado esa importancia a nivel universal, sobre todo, en lo referente al cuidado del paisaje.

 

Hoy se recupera la siembra de tabaco en el Valle, en aquellas áreas que se habían destinado para los pastos y forrajes. Con ese fin se hacen tranques de agua y micropresas, para paliar la condición de semisecano del lugar y de esta forma facilitarle el laboreo a los campesinos. Además, se diseñan nuevas formas para fomentar el desarrollo de la artesanía tradicional.

Todos los meses se realizan reuniones, de conjunto con las autoridades del Gobierno y el Partido, para chequear la marcha del enfrentamiento a estas violaciones, pues prima el interés en la provincia de establecer la ley y el orden.

 

El viñalero aprecia los beneficios del turismo, aunque no participa a fondo en la conservación y protección del lugar. Solo el intercambio directo, el fomento de esa cultura y el arraigo al sitio lo harán comprender su significación real.

A ello puede contribuir un presupuesto destinado por la Unesco a la capacitación, pues el principal objetivo de la organización es que sea la comunidad la principal beneficiada de la declaración del sitio como parte del Patrimonio Mundial.

Viñales, con sus dotes de paraíso natural, es de todos. Por eso, para que siga bello, armónico y único, debemos salvarlo de cualquier torcerdura que traiga la desidia y el descontrol, y haga proliferar el desorden y el aban

Escrito por | Redacción TodoCuba

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