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La curiosa historia del cubano que le da de comer a los zunzunes de su mano (+ Fotos)

Las conexiones de la vida llevan a eventos inesperados que demuestran que no somos entes aislados, sino que formamos parte de un todo en constante relación.



Era la tercera vez en un año, que un zunzún hacía su nido en el patio de Arsenio Pastor Aguilera, un vecino del reparto Alamar, pero nunca tenía la suerte de que alguno se salvara; sin embargo, cuando menos lo esperaba lo logró.

A finales del año pasado se dio cuenta que el pajarito más pequeño del mundo, revoloteaba en su patio, sobre una mata de girasol arisco, tratando, sin éxito de extraer el néctar a las flores: “se me ocurrió la idea de ponerle miel de abeja en una vasija pequeña para que la tomara y a los pocos días, vi con asombro, que fabricaba un diminuto nido en una de las ramas de una mata de rosas”.

“Desde ese día el acercamiento conmigo se fue incrementando; cuando menos lo esperaba me buscaba en el patio y velozmente, como es característico en ellos volaba a mi alrededor en busca de la miel, que yo por supuesto, no dejaba que le faltara”.

A partir de entonces, venía con frecuencia; así hizo tres camadas, cada dos o tres meses aproximadamente; las dos primeras de dos huevos que unos pájaros negros destruyeron; sin embargo, esta última vez se salvó uno, y el pichón no sólo vivió, sino que pudo alzar vuelo e irse”.

Yo me percaté que era la misma ave de siempre, porque en una de sus visitas y por curiosidad, lo marqué con pintura de uñas en una de sus paticas, para reconocerlo en el futuro, lo cual comprobé más adelante.

Según los conocedores de estas aves, el también conocido como pájaro mosca por su tamaño, puede volar 20 horas sin parar, y con una rapidez inaudita, alcanza una velocidad de vuelo de hasta 114 kilómetros por hora, y toma el néctar de las flores en plena suspensión utilizando su largo y fino pico.

“Esta vez construyó el pequeñísimo nido en una mata de aguacate que aún no había parido; buscó los gajos frágiles, pero a una determinada distancia del suelo, de manera que perros o gatos no lo alcanzaran; le tapé el nido con un nylon para que las lluvias no lo dañaran; sin embargo, una mañana me di cuenta que el pajarito no estaba, y al buscarlo, me percaté que el nido se había caído, y el pichón estaba en el suelo con un pequeño golpe en uno de los ojos.

Lo recogí y lo llevé para dentro de la casa, y le hice otro nido con algodón, que coloqué en un centro de mesa cerca de la cocina; al otro día por la mañana vi a la madre entrar, al parecer buscándolo y de igual manera, él le respondió. Yo me di cuenta que quería alimentarlo y puse al pequeño en la palma de mi mano. Salí al patio, a los veinte minutos más o menos, la mamá zunzún accedió a darle comida en mi mano; a partir de entonces lo alimentaba de esa manera tres o cuatro veces en el día”.

Lo que sentí al ver aquello no puedo explicarlo con palabras –recuerda, aún conmovido, Pastor- sentí un gran disfrute, como si abraza un niño recién nacido con el consentimiento de la madre que confiaba en mí, mientras ella le daba de comer; lo cuidó con celo hasta que aprendió a volar.

A pesar de tener un tamaño muy pequeño, los zunzunes son considerados aves de extraordinaria valentía, pues en ocasiones se les ha visto atacar al sijú y al aura tiñosa cuando están cerca de los nidos.

“Algo muy curioso fue ver cómo le gustaba al pichón el café; lo supe porque uno de esos días que yo tomaba la bebida levantó la cabecita, se lo puse en una cuchara y el metía el pico como zambulléndose”.

“Me siento una persona privilegiada al lograr ese acercamiento con una criatura tan especial como el zunzún, a quien muchos llaman una joya viviente. Ahora estoy a la expectativa de su regreso para ayudarlo de nuevo con sus pequeños; ayudarla,- le rectifico- y el dice contento: “Si, ayudarla porque es una zunzuncita: esa será la mejor forma de reciprocar la fortuna que me entregó la naturaleza”.

Escrito por | Redacción TodoCuba

Fuente: TodoCuba

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