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El Caney: tierra divina de sublimes frutas

Cuando la diosa aborigen Atabex o Atabaira, la madre de Dios, señora de las fuentes y los ríos en la mitología taina, bajaba de las montañas sagradas a mojar sus pies en los ríos del Caney, dejaba una herencia de bendiciones para esta mítica tierra. Prodigiosa en la variedad, dulzura y el perfume de sus frutas y de gente laboriosa.



En estos parajes estuvo el más importante asentamiento de indios, junto con Jiguaní en Bayamo y Guanabacoa en la Habana. Por ello el cacique Marcos Rodríguez, haciéndose eco de las peticiones de los indios de la localidad, solicita a las autoridades eclesiásticas de Santiago de Cuba le fuera asignado un cura y la autorización de construcción de una Ermita propia. Daba así los primeros pasos para fundar uno de los más antiguos pueblos de Cuba, símbolo de sabrosas frutas y suculentas viandas.

La Ermita fue consagrada a la veneración de San Luis Obispo, santo patrón del pueblo, que se llamaría entonces San Luis de los Caneyes, que con el tiempo se simplificó a El Caney, asumiendo como fecha de fundación, veneración y festividades, el 19 agosto de 1539, según documentos encontrados en el Arzobispado de Santiago de Cuba.
Este poblado de indios, en un principio, contó con un escudo de Armas, pues los habitantes tenían la misión de proteger las costas, desde la bahía de Santiago de Cuba hasta lo que es hoy el poblado de Baconao. En el escudo se puede apreciar un indio guerrero recostado a una palmera que sostiene el escudo de los Reinos de León y de Castilla y al fondo las verdes Montañas de estas fértiles tierras.

El caney, por su cercanía a la ciudad cabecera, ha sido siempre el proveedor natural de frutos y viandas, por aquí se asentaron los franceses que crearon los cafetales que hoy son Patrimonio de la Humanidad y fomentaron el cultivo de un símbolo, motivo de inspiración de poetas y trovadores que identifica a estas tierras: el mango de bizcochuelo.
Sus montañas sirvieron de palenque y refugio a aborígenes y africanos que huían de la explotación, albergó en sus montesa a los patriotas en las contiendas independentistas.Por aquí estuvieron los hermanos Antonio y José Maceo, el Generalísimo Máximo Gómez, vio luchar y morir en sus tierras a Victoriano Garzón, fue testigo de la guerra Hispano- Cubano-Norteamericana durante la toma de El Viso, sirvió de sede a importantes consulados durante la toma de Santiago en la primera guerra imperialista de la historia.

Este sitio, que hoy es un consejo popular, fue epicentro de la masacre de los Independientes de Color, sus ríos se tiñeron de sangre y sufrieron con dolor la muerte de muchos de sus mejores hijos.
En sus tierras encontraron santa sepultura los jóvenes que ofrendaron sus vidas al altar de la patria el 26 de julio de 1953, vio predicar y crecerse como mesías de la independencia al joven Frank País en el pulpito de su iglesia evangelista. El parque central y las calles del Caney lo vieron enamorarse y organizar la clandestinidad que se alzó de verde olivo un 30 de Noviembre.
Desde estas mágicas tierras se iluminó el sol de la patria el amanecer del Primero de Enero en el Escandel, desde donde partió hacia Santiago la primera Caravana de la Victoria con los barbudos labriegos que araron en la historia, sembrando una nueva simiente.

El Caney tiene una bella historia de luchas y mitos que la trascienden en 478 años de fundado como poblado de indios, es ejemplo de trabajo, sacrificio y abnegación. Hoy sus hijos laboran por dar una mejor imagen a su pueblo y a su infraestructura social, se reparan obras en beneficio para la comunidad, cines, restaurantes, biblioteca, la sede del INDER con un Gimnasio Biosaludable, La reparación capital a un símbolo del Caney: el Tutifruti, otras obras ya concluyen como en el barrio del Aceite o el reparto Militar, en un Santiago Arde, que llegó para quedarse.

Estas obras son el inicio de empeños mayores, dando al poblado de San Luis de los Caneyes, el impulso que se necesita para arribar en los próximos años a sus 480 años de fundada con mejoras en la calidad de vida de los pobladores, sabiendo que de sus pródigas y bendecidas tierras, y de sus laboriosos hijos, se espera siempre lo mejor.

Escrito por | Redacción TodoCuba

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