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¿Qué cultivaban los aborígenes cubanos?

Los taínos cubanos se asentaron en las fértiles mesetas de la Isla, lo que les permitió que su rudimentaria agricultura fuese lo más productiva posible. Los cultivos pertenecían a toda la comunidad y eran repartidos equitativamente por el cacique, auxiliado por los miembros más notables de las familias que se encontraban bajo su mando.



El trabajo se dividía de forma natural. Así, por ejemplo, la caza y la pesca, a la que nunca renunciaron los aborígenes cubanos, como complemento imprescindible de su dieta. Las mujeres por su parte eran las encargadas de la recolección y de buena parte del trabajo en los campos.

Como Cuba, antes de la llegada de los conquistadores españoles, se encontraba cubierta de tupidos bosques a los aborígenes cubanos, que no conocían los instrumentos de metal, les resultaba muy engorroso desmontar los terrenos para aprovechar su fertilidad. Por esa razón, aunque en ocasiones quemaron terrenos en los bosques para abrir claros y cultivar, esta práctica fue poco común; prefiriendo asentarse en las sábanas, donde la preparación de las tierras para la agricultura resultaba mucho más fácil.

Su método de siembra era muy sencillo. Para enterrar la semilla abrían hoyos regularmente esparcidos con un largo palo de punta endurecida al fuego al que llamaban coa. Durante el crecimiento de la planta ponían especial cuidado en desyerbar el terreno, atención que tenían también con algunas plantas que crecían silvestres alrededor de las aldeas, pero que les eran muy útiles, como el algodón o la bija.

Principales cultivos aborígenes
El cultivo fundamental de los aborígenes cubanos era la yuca o mandioca, con cuya pulpa tratada confeccionaban el casabe, una especie de pan muy fino que se conservaba muy bien en el tiempo. Como la variedad de yuca de que disponían era “agria”, de jugo venenoso, se lo extraían como parte del proceso de elaboración del casabe. Una vez separado el jugo era hervido para hacerlo inofensivo y se utilizaba para la confección de vinagre.

Otras viandas muy apreciadas por los taínos fueron el boniato, batata o aje, del que conocían numerosas variedades; el guagüi o malanga pequeña – que sigue siendo la variedad preferida por los cubanos más de 500 años después de la llegada de los españoles – y el leren o yeren, un tubérculo pequeño, prácticamente desconocido hoy, que sólo se consume en algunos lugares remotos de la zona oriental.

Conocían también el maíz los aborígenes cubanos; pero su cultivo era muy marginal en comparación con la yuca y nunca alcanzó la importancia que tuvo para otros pueblos originarios de América.

Por último, plantaban los taínos, pequeñas cantidades de maní y variedades de frijoles que balanceaban su dieta y prestaban especial atención al cultivo del tabaco, planta que tenía un uso ceremonial, pero que también consumían por placer. Curiosamente, según fray Bartolomé de las Casas, los indios no llamaban tabaco a la planta, sino al instrumento en forma de Y que utilizaban los sacerdotes para inhalar el humo.

Plantas silvestres
Además de las antes mencionadas los aborígenes cubanos se servían de una amplia variedad de plantas que crecían de forma silvestre:

Las fibras de henequén y el maguey les fueron muy útiles para la confección de cuerdas e hilos más finos para tejer redes y hamacas. La güira, por su parte les sirvió para la fabricación de recipientes, una costumbre que ha llegado hasta nuestros días.

El algodón no llegó a ser cultivado por los taínos; pero el que crecía silvestre fue ampliamente utilizado para la confección de telas ligeras que utilizaban como vestimenta.

De la bija extraían el tinte que utilizaban en sus pinturas corporales y fue esta una planta muy común en las cercanías de los poblados, al igual que el algodón; por lo que es muy probable que, sin llegar a cultivarla, si dejaran semillas en los alrededores con el propósito de disponer de ellas con mayor facilidad.

Igual sucedía con los frutales: mamey, anón, guanábana, chirimoya, caimito, canistel, guayaba y sobre todo la ananas (piña), que desquició de tal forma a los conquistadores que recomendaron al rey su cultivo en España. La mayoría de las frutas autóctonas de Cuba han conservado hasta el día de hoy su nombre aborigen.

La variedad de cultivos de los taínos en Cuba, junto con la caza, la recolección y la pesca hacía que su dieta fuera variada, saludable y rara vez pasaran hambre. De hecho fueron los cultivos de los campos aborígenes los que, por largo tiempo sostuvieron a los colonizadores españoles; mucho más “civilizados y cristianos”, pero todavía muy poco adaptados a las cosas del Nuevo Mundo.

Escrito por | Redacción TodoCuba

Fuente: TodoCuba

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