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Camajuaní, el lejano pueblo que se ha convertido en el imperio del zapato hecho en Cuba

Camajuaní es conocida como tierra de valles y de parrandas. Sin embargo, pocos conocen que en este pueblo, 25 kilómetros distante de la ciudad de Santa Clara, ha despuntado la producción de zapatos como una de las principales opciones de empleo de sus pobladores.



La expansión de la fabricación de calzado en Camajuaní comenzó en la década del 90 durante los años más difíciles del Período Especial. En la misma medida en que iba desapareciendo la industria peletera que controlaba el Estado, más y más habitantes de la zona creaban talleres para suplir el vacío que iba quedando en el mercado. Era un trabajo difícil que consumía mucho tiempo pero se pagaba muy bien.

Camajuaní ha despuntado la producción de zapatos como una de las principales opciones de empleo de sus pobladores.

Como en los primeros años no existía un marco legal que permitiera a los particulares fabricar zapatos y venderlos, estos se veían obligados a trabajar en semiclandestinidad; pero cuando se autorizó el trabajo por cuenta propia a mediados de los años 1990, una enorme cantidad de talleres de calzado se revelaron en Camajuaní.

Muchos de ellos se afiliaron al Fondo Cubano de Bienes Culturales a finales del decenio. Esa institución les brindaba la ventaja de adquirir algunos materiales deficitarios y servía como intermediaria en la comercialización, porque las personas naturales tenían (y tienen) prohibido la importación de materias primas en el extranjero o la compra mayorista de estas a las entidades estatales.

En la actualidad se cuentan en Camajuaní cinco grandes talleres de zapateros (que bien pudieran ser considerados como fábricas) y una veintena de talleres rústicos. Varios miles de habitantes del municipio trabajan en ellos de forma legal y una cantidad similar son subcontratados por los dueños a forma parcial o a destajo para burlar al fisco.

En la actualidad se cuentan en Camajuaní cinco grandes talleres de zapateros

Los talleres se especializan en la producción de zapatos, pero incursionan con gusto en la fabricación de otros artículos como bolsos, delantales, guantes o polainas en dependencia de la demanda. Los modelos por lo general imitan los de las marcas reconocidas que prefieren los cubanos, que son los de mercado más seguro; aunque no sorprende encontrar diseños originales.

La mayoría de los dueños de los talleres paga a los trabajadores en dependencia de la cantidad de piezas que puede elaborar en un día y de la complejidad de esta. Así, un cortador puede recibir 3.00 CUP por cada pieza, mientras un montador recibe 8.00 por unidad, porque su tarea es mucho más difícil.

Como norma, el proceso de fabricación de los zapatos se realiza por completo dentro del mismo taller. Sin embargo, el crecimiento en el pueblo de lo que bien puede ser definido como una “industria” ha propiciado la creación de mecanismos económicos más complicadas y ya han comenzado a surgir pequeñas fábricas que se especializan sólo en la producción de determinadas piezas para la cadena de montaje.

Los talleres se especializan en la producción de zapatos, pero incursionan con gusto en la fabricación de otros artículos

También la competencia se ha hecho presente, y obligado a los dueños a invertir cada vez más dinero en sus negocios para distinguirse de la mayoría. Así algunos han logrado importar, a través del Fondo Cubano de Bienes Culturales, maquinarias especializadas (que sólo se encontraban disponibles en Cuba en el sector estatal) para mejorar la calidad de sus productos.

Uno de los talleres que ha tenido esta suerte se ha convertido en una gran fábrica con 500 obreros, custodios y doble turno de trabajo.
La calidad del calzado que se fabrica en Camajuaní hace que hacia el pueblo fluya una enorme cantidad de personas todos los días porque los zapatos que se vende allí son mejores, de mayor calidad y más baratos que los que vende el Estados en las tiendas.

Escrito por | Redacción TodoCuba

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