fbpx
Museo Farmaceutico Botica Francesa, Matanzas
Emmanuel Huybrechts Flick

La Botica Francesa de Matanzas: la farmacia mejor conservada del mundo

La Botica Francesa fue fundada el primero de enero de 1882 por Ernesto Triolet Lelievre, natural de Lissy, Francia. Su visita a Cuba se convirtió en estancia permanente, viviendo en Sagua la Grande, donde estableció su residencia. Condición por la cual revalidó su título de Doctor en Farmacia en la Universidad de La Habana, el 10 de enero de 1866, junto a su colega Juan Fermín de Figueroa Velis, descendiente de una familia que durante años estuvo asentada en Nueva Bermeja, actual municipio de Colón. Se graduó de doctor en farmacia el 9 de octubre de 1871.



La farmacia fue ubicada en un sitio privilegiado de la ciudad de Matanzas, frente a la Plaza de Armas. Resultó una edificación de tres plantas, exponente del neoclasismo en la arquitectura doméstica matancera de finales del siglo XIX. Fue construida alrededor de un patio central, constando de una planta baja, una planta alta principal y otra parcial en el nivel de la azotea, retirada dos crujías con respecto a la fachada del edificio.

A inicios de esta etapa, el 8 de noviembre de 1883, la propiedad del terreno ocupado por la botica fue transferida de a sus dueños Juan Fermín de Figueroa Velis y Ernesto Triolet Lelievre, a María Justa Figueroa Velis, legítima esposa de Triolet. Después de varios años, sin procrear, ella falleció de un ataque al corazón, cuando contaba con solo 45 años de edad. El deceso aconteció en París el 1 de julio de 1889, y sus restos embalsamados fueron trasladados a Matanzas, a bordo del vapor francés Saint Germen, siendo enterrada en el Cementerio de San Carlos, de la misma ciudad.

Al ser leído su testamento, resultó como heredero universal su cónyuge el doctor Ernesto Triolet Lelievre, quien adquirió la farmacia por el título de herencia testado el 25 de enero de 1890, convirtiéndose de esta manera en su único y legítimo dueño.

Vale destacar que este bello edificio fue dotado con piezas únicas, como el farol indicador de la guardia, colocado justo al lado de la primera puerta de izquierda a derecha y en la parte superior de la misma. Un farol de varios colores que señaló mientras fue farmacia que los lunes estaba de guardia.

Triolet al frente de la Botica Francesa

Figueroa, ocupado siempre en la administración de sus bienes, dejó a Triolet al frente de la nueva farmacia. En esta se trabajó con mucho rigor. Se vendían plantas medicinales de distintos países y elaboraban diversos productos farmacéuticos.

Durante este período el trabajo del establecimiento, de manera general, estuvo a cargo de 9 a 13 personas. Fue diversificado de la siguiente manera: venta directa al público de plantas medicinales y cualquier tipo de productos, entrega a domicilio por los llamados mensajeros, fregado y organización de los frascos de cristal, pegado de etiquetas, limpieza del local, preparación de productos y otros menesteres.

En la ciudad de Matanzas hubo otras farmacias registradas históricamente como las del doctor Ambrosio Sauto (farmacia La Central), la del doctor Domingo Lecuona y Madan (Medio esquina a Dos de Mayo), la del doctor José María Riboll, y la del doctor Antonio Morales. Este tipo de comercio era muy común y muchos prosperaron y perduraron, como en caso de la Botica Francesa, de Triolet.

La Botica Francesa no fue la más antigua de Matanzas, pero la calidad de sus productos y el buen trato de los trabajadores y dueños posibilitó que la población matancera acudiera a comprar sus necesarias fórmulas farmacéuticas. Estas se hacían diariamente y entre ellas se vendían con más frecuencia el Jarabe Simple de Hormigas, Café Compuesto, Agua de Azahar, Vino Aromático de Quina, Solución de Bromuro de Sodio, Aceite de Alacranes, Bálsamo Tranquilo, Tintura de Benjuí, Extracto Fluido de Belladona y Crema de Miel Rosada.

farmacia
Matanzas conserva una botica francesa del siglo XIX. Fuente: The Cuban History.

Reconocidos galenos matanceros de la época recibieron con agrado la fundación de esta farmacia y pronto reconocieron la calidad de sus productos, por eso recomendaron a sus pacientes visitar el establecimiento con la seguridad de que saldrían satisfechos. Médicos conocidos en Matanzas, tanto en la colonia como en el siglo XX, como los Fonts, Madan, Carnot, Abascar, Caballero y Betancourt, aparecen registrados reiteradamente en los libros copiadores de recetas de la Botica Francesa.

Más de 212 mil fórmulas

Entre los años 1882 y 1900 fueron elaboradas más de 212 000 fórmulas con diversas plantas medicinales, entre las que se pueden mencionar la manzanilla, naranja, hierba santa, romero y rosas, cultivadas en tierras cubanas, así como de otras latitudes como el comino, nuez moscada, lúpulo, belladona y canela. La última fórmula preparada bajo la dirección de Triolet Lelievre fue indicada por el Dr. Font.

Esta primera etapa de trabajo de la botica constituyó un período decisivo, en el que tuvo lugar la fundación, perfeccionamiento y consolidación de las labores de este comercio. Fueron los 18 años más importantes de la farmacia, pues la influencia de su dueño el Dr. Triolet, la transmisión de su experiencia y actividad creadora resultó determinante para el trabajo que desarrollaron otras generaciones de la familia Triolet-Figueroa, a las cuales les correspondió desenvolverse en los primeros períodos en la existencia del establecimiento.

Para entender esta aseveración es imprescindible acudir a los libros donde fueron anotadas las fórmulas que preparaban en el laboratorio Triolet y a los numerosos estantes en los cuales reposan esencias de orégano, menta, geranios; extractos fluidos de eucalipto, kava kava, ponía, algodonero; alcoholes de jengibre, calvo, canela; jarabes de café compuesto, simple de quina; ungüentos de belladona y muchos otros. Aún hoy son recordados patentes de Triolet como el remedio infalible de los callos y el jarabe de café compuesto, este último usado en casos de asma y bronquitis.

Poco más de un año trascurrió para que Triolet decidiera casarse de nuevo, pero lejos de alejarse de la familia Figueroa, consolidó más esta relación de afecto y cariño. Sus segundas nupcias fueron con María de los Dolores de la Caridad Cleofás Figueroa y Marty, hija del primer matrimonio de Juan Fermín.

Por su parte, la calidad de los productos preparados en la farmacia francesa recibía cada vez más el reconocimiento de la población. Otra muestra de ello fue la invitación realizada a Ernesto Triolet, junto a otros importantes comerciantes cubanos, para participar en la Exposición Universal de París, en el año 1900.

La muerte de Triolet

A ocho meses de la Exposición de París falleció el Dr. Ernesto Triolet, quien vivió en Cuba durante más de 30 años. El deceso ocurrió en la ciudad de París el 19 de diciembre de 1900, víctima de pulmonía. Sus restos fueron conducidos provisionalmente al Cementerio de Mont Parnase y luego trasladados a Matanzas, donde fue enterrado en el panteón de la familia, en el cementerio San Carlos.

Publicidad de la Botica Francesa del Ldo. Triolet. Fuente: TV Yumurí.

Los primeros meses de 1901 fueron de gran dolor y tristeza para la familia Triolet. La muerte del esposo conmovió profundamente a Dolores y a sus hijos, quienes siempre se habían mantenido muy unidos al padre, según las costumbre de la época. Con sabiduría y madurez, Dolores logró levantar los ánimos en su familia, gracias a su ejemplo y tenacidad.

Fiel continuadora del espíritu científico de su padre y primera mujer doctora en farmacia en Cuba, estudió en el Colegio de Farmacia de Nueva York, y tituló su tesis “Análisis y descripción del agua Minerales de Ciego Montero”. Este manantial situado a 26 kilómetros de Cienfuegos, con sus aguas alcalinas y termo sulfurosas, de mayor calidad que la del resto del país, constituyo el objeto a demostrar en su trabajo discutido el 30 de enero de 1886.

Tras el fallecimiento de su esposo y con sus hijos, aún menores de edad, ella estuvo al frente de la farmacia durante 36 años, excepto el período en que fue su director técnico el Dr. Ernesto Valdés Figueroa. Todos esos años y hasta que fuera anciana trabajo con ejemplaridad en su negocio el cual nunca cerro las puertas. Compartió su actividad profesional con su hijo Ernesto Luis.

Muy mayor, despachaba hábilmente y orientaba con diligencia, entregaba medicamentos gratuitamente a personas necesitadas. Conocedora, desenvuelta, amable, cuentan que así era, volcando con efectividad la experiencia acumulada e sus estudios y la adquirida junto a familiares dedicados a la profesión, como fue su padre y su esposo. Gran parte de su vida transcurrió en este establecimiento, como si hubiera contraído un compromiso con sus fundadores, de contribuir a la conservación y perdurabilidad de “la francesa”.

La Botica Francesa continúa en servicio

Las piezas únicas, colecciones e instrumentales de la farmacia, fueron adquiridas fundamentalmente en los primeros treinta años de trabajo. Dolores y su hijo se encargaron de cuidar celosamente todo lo adquirido y continuar la producción de variados fármacos, con plantas medicinales, que siempre tuvieron gran calidad, lo que permitió su preferencia entre los matanceros. Dolores falleció en la ciudad de La Habana, el 6 de abril de 1944, a los 81 años de edad.

Interior del Museo Farmacéutico de Matanzas. Fuente: Gabriel González / Flickr (CC BY-SA 2.0)

El 2 de septiembre de 1909, la dirección facultativa de la farmacia desempeñada por Dolores Figueroa pasó a manos de su sobrino Dr. Ernesto Valdés Figueroa. A partir de entonces se introducen mejoras en la farmacia, como el etiquetero del zaguán, un mueble de 150 gavetas que permitía preservar ordenadamente las etiquetas.

Por estos años, Dolores y su hijo Ernesto Luis adquirieron un reloj de pila que colocaron en el dispensarial y que comenzó a funcionar el 30 de octubre de 1914 a las 7:50 pm. Otro acontecimiento de interés fue la bendición de la imagen de la Virgen de la Purísima Concepción, que se alza majestuosa en la botica, en la parte superior central de la estantería de cedro. El acto fue el 16 de junio de 1918, en la Catedral de San Carlos, de Matanzas, por el Presbítero Romeo, párroco de la iglesia, siendo padrinos Alfredo Triolet, hijo de Dolores, y Roberto Gil, escribano de la farmacia.

En la década de 1920 comienza la comercialización de productos importados de Francia, España, Estados Unidos y Alemania, como Linimento Sloan (Alemania) y las pastillas salvavidas del Dr. Hunter de Estados Unidos. También conocidos laboratorios cubanos como Sarrá y Johnson empiezan en estos años la producción en gran escala de medicamentos, para satisfacer las demandas nacionales, los cuales, unidos a la variada línea de fármacos importados proporcionó una mayor importancia al establecimiento.

En la década de 1940, sus dueños deciden ampliar la venta de instrumental, con artículos como la autoclave para desinfestar, equipos de electrocardiogramas y neumotórax, entre otros. La producción interna durante esta etapa fue estable. Al verificar los libros copiadores de recetas observamos una elevada diversidad y producción de medicamentos, ordenados por médicos locales tales como Ortiz, Vera, Gómez, Núñez, Font, Galup, Hernández, Junco, Tamargo, Escoto, Estorino, Valhuerdi, Trilles, Lecuona, Tapia, Ponce de León y Quesada.

Los escribanos

Los escribanos que anotaban cada día las formulas preparadas en la farmacia durante la primera década del siglo XX, fueron Victoriano J. Pérez y José Serapio Leal y Gordilla. Ellos asentaba con letra invariable en cada libro copiados, empleando un tipo de tinta ferrosa conocido “por tinta de hierro y nuez de agalla”, a la postre con gran perdurabilidad, lo cual ha posibilitado la preservación de los textos hasta la actualidad.

Ernesto Luis Triolet Figueroa, hijo de Ernesto y Dolores, nacido en 1893, fue continuador de las ideas de su familia, donde primó el amor a la profesión de farmacéutico. Se graduó de bachiller en Ciencias y Letras, en el Instituto de Segunda Enseñanza de Matanzas, el 28 de septiembre de 1911, a la edad de 18 años. Luego matriculó en la Escuela de Farmacia de la Universidad de La Habana. Recibió el título de Doctor en Farmacia, el 15 de octubre de 1914.

Esta es una farmacia maravillosamente conservada. Fuente: Gabriel González / Flickr (CC BY-SA 2.0)

Estuvo en condiciones de ejercer su profesión en la farmacia fundada muchos años antes por su padre y su abuelo materno. Tenía el privilegio de trabajar junto a Dolores, su madre. Contó además con la colaboración y apoyo de su primo, el Dr. Ernesto Valdés Figueroa. Trabajó en la Botica Francesa desde su graduación en 1914 hasta enero de 1964, siendo el último dueño del comercio. Luego de la nacionalización de la farmacia, continuó trabajando en la misma. Según testimonios, daba a conocer a los visitantes la importancia de la botica, ofrecía medicamentos y preservaba los valores del local.

Los medicamentos preparados en la farmacia tenían un precio que oscilaba entre los 11 centavos y los $1.50. Eso hasta el triunfo de la Revolución, en que se tomaron algunas medidas y hubo cambios sustanciales en todas las esferas. Esto incluyó al Ministerio de Salubridad y Asistencia Social, como se denominaba entonces. A él pertenecían las farmacias, como una sección dentro de ese ministerio.

A partir de 1959, hubo medicamentos cuyo precio establecido era desde $2.00 y hasta $10.00. Estas tarifas circulaban nacionalmente como cortesía de Droguería Occidental S.A., que relacionaba el precio al público y el costo de la farmacia.

Las farmacias siempre tuvieron sus normas de trabajo, aún las particulares. Debían respetar el reglamento de precios, horarios de apertura y de guardia, permanecer inscriptas en el Registro de Contribuyentes. Tal es así, que la farmacia de Triolet siempre atendió a la población en horario diurno. Vendía plantas medicinales, medicamentos preparados en su laboratorio y de otros países. Las guardias le correspondían los lunes por la noche.

Calidad y atención al cliente

Eran inspeccionados regularmente para así comprobar su eficiencia en el trabajo, calidad de los productos, atención a los clientes, higiene de los locales, medicamentos en existencia, material de curaciones, libro de asentamiento de recetas al día y cumplimiento de regulaciones ministeriales y de la Unidad Sanitaria de Matanzas, en particular, lo cual se efectuó con sistematicidad a partir de 1961.

Luego llegó el proceso de nacionalización. Se desarrolló con el objeto de socializar la propiedad privada de grandes, medianas y pequeñas empresas y comercios de la Isla. Tocó a las puertas de la Botica Francesa del Dr. Ernesto Triolet, el día 29 de noviembre de 1963, a las 10:30 am. De esta forma, Arístides Molina, en representación de la Empresa de Suministros Médicos del Ministerio de Salud Pública, daba cumplimiento a lo dispuesto en la Ley No. 1090 de 1 de febrero de 1963.

Con la presencia del dueño de la farmacia, doctor Ernesto Triolet Figueroa y de los trabajadores, se formalizaron los datos para los trámites correspondientes del Contrato Compra Venta. Se realizó el inventario, la valoración de los medios básicos y el conteo físico de la mercancía existente. El acto contó con la conformidad de los presentes. Firmó el dueño de la botica, uno de los trabajadores y el administrador de la Empresa de Suministros Médicos.

Máquina registradora en la Botica Francesa
Una antigua máquina registradora. Fuente: Gabriel González / Flickr (CC BY-SA 2.0)

Durante un mes y medio después de la nacionalización, continuó la venta de productos aún en existencia. El 16 de enero de 1964 fue el último que la farmacia funcionó como tal. Por espacio de 82 años había brindado sus variados servicios de modo ininterrumpido. Después de nacionalizada, la Dirección Regional del Ministerio de Salud Pública en Matanzas la entregó a Marcelino Rodas. El era Coordinador Provincial de Cultura, y la recibió a nombre de la Dirección Provincial de Monumentos.

Triolet colaboró durante la nacionalización de su propiedad y estuvo de acuerdo con las orientaciones recibidas en las nuevas condiciones de la farmacia. En ella que trabajó por cincuenta años de su vida (1914-1964). Siempre vivió en los altos del edificio, en lo que fue su hogar. Desde el 16 de enero de 1964 y hasta abril de ese año, fue un celoso guardián del inmueble. Cuidó los valiosos bienes allí atesorados, mientras se realizaban algunos pequeños cambios y acondicionamientos para convertirle en museo.

La Botica Francesa se convierte en Museo Farmacéutico

El sábado 30 de abril de 1964 se inauguró El Museo Farmacéutico, de manera muy sencilla. Luego de las palabras pronunciadas por Julio Le Riverend, el Dr. Ernesto Triolet, conservador del museo en ese momento, ofreció a los presentes la primera visita dirigida al museo. Expuso la relevante historia de la familia Triolet Figueroa y sus vínculos a las guerras independentistas. Hizo énfasis en la conservación de todos los bienes patrimoniales del museo realizada por sus familiares. Al siguiente día de su inauguración, el museo abrió sus puertas al público. Así, su historia y la de la farmacopea cubana, francesa y de otros países pudiera ser preservada, conocida y divulgada.

En los primeros años del museo el promedio mensual de visitantes estaba sobre los 2 500. Hubo meses que se alcanzó la cifra de 3 000 visitantes nacionales. Esto gracias a las facilidades de coordinación con escuelas y centros de trabajo ubicados en la periferia de la institución. En 1990 aumentaron los visitantes extranjeros, especialmente de Canadá, Alemania, México, Italia, Argentina, Colombia, Francia, Bélgica, Holanda, España e Inglaterra. También a partir del año 2002 se han hecho más palpable las visitas de cubanos al Museo Farmacéutico. Entre octubre de 1982 y abril del 2004 habían visitado este museo más de un millón de personas. Entrar en el Museo Farmacéutico es penetrar en el tiempo. Es un viaje por la historia de la medicina, en una importante cara de la presencia francesa en Matanzas.

En Museo Farmacéutico toda la porcelana es de Sevres; todas son piezas muy antiguas, algunas decoradas con polvos de oro y a mano; son únicas y propias. Hay más de 800 mil etiquetas, cientos de miles de frascos de cristal mandados a hacer para este lugar. Están los frontones, dos frascos inmensos, con función ornamental, de cristal de Bohemia; ambos piezas únicas, pues sus dueños compraron la exclusividad del diseño. En el mundo existen solo esas dos. Es el único de su tipo en el mundo que conserva íntegramente todas sus piezas e instalaciones originales.

Si le ha gustado este artículo, también podrían interesarle estos otros:

También puede ver artículos similares en nuestra sección Recreación y Naturaleza.

Escrito por | Redacción TodoCuba

Fuente: EcuRed / Archivo TodoCuba

Patrocinado por: CubitaNOW - Noticias de Cuba