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Daniel Santos, El Jefe arrabalero de la música que se apoderó de La Habana

Los comienzos de un rebelde arrabalero

Nacido en San Juan, Puerto Rico, en 1916, Daniel Santos haría época entre los cubanos de las décadas 40 y 50 del pasado siglo convirtiéndose en uno de los personajes inolvidables de la farándula habanera; llenando con su música un capítulo en la cancionística latinoamericana como Carlos Gardel, Jorge Negrete o Benny Moré.



Cuando viaja a La Habana en 1946, ya es conocido en Latinoamérica como cantor de boleros, que era lo suyo. Y ha sobrevivido a cientos de combates. En Nueva York fue acuchillado en enfrentamientos de pandillas callejeras, arrestado y hospitalizado. Trabajó en todo. Fue limpiabotas, vendedor de hielo, de carbón y talador de árboles, hasta que por casualidad lo descubren cantando en el baño de la casa donde vive. Así se hace profesional. Pedro Flores será su maestro y su guía. Se presenta en un club de Manhattan. Luego se incorpora a la banda del músico catalán Xavier Cugat, donde reemplaza al cubano Miguelito Valdés.

Pasa la Segunda Guerra Mundial en Hawai, donde no pierde la vida de puro milagro. Acaso Daniel Santos tiene una providencia que lo lleva a un puerto amable, con una atmósfera más propicia, como dice Rafael Lam. La Habana era entonces la Meca de la música y contaba con los cabarets más famosos del mundo.

Imponiendo su talento en La Habana

Empieza a cantar en el programa Bodas de Plata con Partagás, de la RHC Cadena Azul, de Amado Trinidad. Por cierto, Daniel iniciaba allí su programa con la canción “Anacobero” del pianista puertorriqueño Andrés Tallaba. Y el locutor Luis Villarer lo presenta: “Con ustedes Daniel Santos y el tema Anacobero”.

Un día, el locutor se equivoca y dice: “Con ustedes el Anacobero Daniel Santos”. Desde entonces se convirtió en el Anacobero, que entre los ñáñigos significa diablillo. Lo de Inquieto vendría luego a causa de su desordenada vida, repleta de alcohol, mujeres y riñas, que lo llevaron a guardar prisión más de una vez. En 1955, al Inquieto Anacobero le añaden otro sobrenombre: El Jefe.

En La Habana cantó con la orquesta Sonora Matancera y con ella engrandece su nombre, aunque también la Sonora, con toda su aureola, se hace más popular cuando tiene en el micrófono al boricua. “Hay quienes sostienen que yo hice a la Sonora Matancera. Otros, que la Sonora Matancera me hizo. Creo que nos beneficiamos mutuamente”.

Lo cierto es que con esta unión nació una leyenda. Grabaron más de 80 canciones. “Dos Gardenias”, de Isolina Carrillo fue su primer gran éxito en Cuba. Luego vendrían “Bigote Gato”, “El preso”, “Virgen de medianoche”, “Patricia”, “El tíbiri tábara”, “Y qué, mi socio”… y muchas más. Pero nada ni nadie lo tranquiliza.

Se cuenta que cuando participan en la película cubana mexicana El Ángel caído —dirigida por José Ortega— Daniel cantó después de haber recibido una de las muchas golpizas que le dieron en su vida. “Si se ve bien la película se observará  —confiesa él— que solo aparezco desde el lado izquierdo del rostro, pues el derecho lo tenía bien pateado”.

Por esa época, el cantor puertorriqueño entra y sale constantemente de Cuba pero nunca olvida su condición de gran intérprete de la música cubana. En 1957, en una barra de Maracaibo, Venezuela, compone la canción: “Sierra Maestra”, grabada en Nueva York y distribuida por él mismo.

Y el fin… o no.

Daniel Santos era un hombre de mucho atractivo. Su forma de cantar gustaba a las multitudes. Tenía muchos admiradores. Tampoco se cansaba de provocar comentarios acerca de su agitada vida: “Yo sé lo que soy, y pueden decir de mí lo que les dé la gana. Si uno va al infierno se encontrará tan tremendamente ocupado estrechando la mano de amigos, que uno no tendrá tiempo de preocuparse”.

El Anacobero o el Jefe, como quieran llamarlo, cantó pasados los 70 años. Dicen que se casó diez veces y tuvo 12 hijos. Compuso más de cuatrocientas canciones sobre las que su propio autor afirmó que en Cuba, y muy particular, en La Habana, sucedieron hechos que le motivaron. Su bolero “El columpio de la vida” se lo inspiró una caminata por el Malecón. “Déjame ver a mi hijo” surgió cuando su esposa Eugenia le impidió ver a Danielito. Una breve estancia en la Cárcel de La Habana en el Castillo del Príncipe le motivó la pieza llamada “Virgen de la Caridad” en la que abogó por una amnistía para beneficiar a los reclusos de ese recinto penitenciario…

Daniel Santos falleció en La Florida, EE.UU., en 1992.

El Festival de Boleros de Oro de La Habana, en su edición de 2001, estuvo dedicado a su figura, homenaje que se hizo extensivo a su Puerto Rico natal.

Escrito por | Redacción TodoCuba

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