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Estatua de Benny Moré en Cienfuegos

El Bastón de Benny Moré reluce en alameda cubana

La empuñadura del bastón del cantante Benny Moré reluce tanto en la ciudad de Cienfuegos como la punta de la barba del Caballero de París, personaje de la leyenda popular, al costado de un convento habanero.



En ambos casos son las caricias de sus admiradores las encargadas de pulir el bronce, tanto en una como otra pieza, esculpidas por el artista cubano José Villa.

El bastón que solía convertir en batuta para dirigir su orquesta lo lleva quien fuera una gloria de la música popular nacional bien apretado bajo el brazo derecho, a prueba de coleccionistas de fetiches.

Es que el escultor José Villa quiso evitar a toda costa la experiencia de los anteojos de su John Lennon, sentado en un parque de la barriada capitalina del Vedado, cuyos lentes metálicos se convirtieron en el amuleto preferido de algunos ladrones ilustrados.

Con el mismo atuendo de cuando a ritmo de sones, mambos y boleros se hizo icono latinoamericano y caribeño, pero de bronce, el genial cantante cubano Benny Moré camina por la principal alameda de esta ciudad portuaria.

El sombrero de ala amplia, el saco largo y holgado, los pantalones llamados de batahola    por su excesiva anchura- y los zapatos de dos tonos hacen inconfundible la figura del cantor, venerada por caminantes coterráneos y forasteros.

La estatua a tamaño natural

Realizada a escala natural, la figura alcanza al centro del Paseo del Prado el metro con 83 centímetros que medía el bien llamado Bárbaro del Ritmo.

Con el estreno de la escultura a fines de 2003 la ciudad de Cienfuegos, 250 kilómetros al sureste de La Habana, retribuyó el homenaje del cantante, quien dejó claro en su testamento musical que esta era su preferida entre las poblaciones de la Antilla Mayor.

Además de perpetuar a Moré, nombrado el Sonero Mayor, al el ex-Beatle Lennon y al Caballero de París, José Villa acodó a Ernest Hemingway en la barra del mundialmente famoso bar Floridita, en La Habana Vieja.

Cientos de personas posan cada día junto a la escultura del Benny, como si quisieran dejar constancia gráfica de que por un momento habitaron el mismo espacio de una leyenda.

Y algunos completan el homenaje con una flor silvestre entre los dedos de bronce apretado que desaniman a los coleccionistas de reliquias.

 

Escrito por | Redacción TodoCuba

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