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Valeriano Weyler, el General español que aplicó las mismas técnicas de campos de concentración de Hitler, pero en Cuba y casi medio siglo antes

La política de reconcentración impuesta en Cuba por el militar español Valeriano Weyler durante la colonia española, pudo haber inspirado al fascismo del siglo XX. En poco más de un año y a meses del fin de la guerra contra España, murieron exterminados más de 300.000 campesinos cubanos.



El mallorquín Valeriano Weyler y Nicolau llegó a La Habana en febrero de 1896 para tomar posesión de su cargo como capitán general de la Isla, en sustitución de Arsenio Martínez Campos, quien había sido derrotado y humillado por el Ejército Libertador.

Los mambises habían iniciado en 1895 la que sería la última guerra contra el dominio español, conocida como Guerra Necesaria y que en menos de un año ya tenía a España en posición de desventaja.

El mallorquín Valeriano Weyler y Nicolau llegó a La Habana en febrero de 1896 para tomar posesión de su cargo como Capitán General

Desde la metrópoli europea, en un intento desesperado por no perder la última de sus colonias en América, es aceptada la idea de Martínez Campos de concentrar a los campesinos para evitar su incorporación a las tropas libertadoras, y así frenar un poco el auge del Ejército mambí.

​Para la ejecución propuso a Weyler, quien había sido capitán general de Canarias, Cataluña, Vascongadas y Baleares, y de quien ya se conocía su mano dura por la lucha contra los carlistas, a quienes destruyó propiedades y mató a sangre fría en 1875, según cuenta el sitio Ser Histórico.

Así Weyler llegó Cuba para poner en marcha esta genocida política de concentración de las poblaciones campesinas en las ciudades que trajo consigo la desnutrición por hambre y epidemias de estas poblaciones, provocando un estimado de muertos de entre 200.000 y 300.000 personas, según explica Ecured.

La reconcentración comenzó el 21 de octubre de 1896, cuando el capitán general dispuso que, en un término de ocho días, todos los residentes en los campos o fuera de la línea de fortificación de los poblados, se reconcentrarían en los pueblos ocupados por las tropas.

Esta es un de las fotos tomadas a los niños de los campos de concentración cubanos y que condujeron al cierre definitivo de estos.

Además, se prohibía la extracción de víveres de las poblaciones y su transporte por mar y tierra sin el permiso de la autoridad militar del punto de partida. Las reses, por su parte, debía ser llevadas a los pueblos o sus inmediaciones. Se señalaba, asimismo, que todo aquel que infringiera tales disposiciones sería considerado rebelde y juzgado como tal.

​Esta medida, inicialmente aplicada solo a la provincia de Pinar del Río, se extendió al resto de la Isla. Los propios alcaldes españoles transmitieron a Weyler en más de una oportunidad las terribles condiciones en las que vivían los concentrados, principalmente los niños que padecían terribles enfermedades producto de la desnutrición.

«¿Dice usted que los reconcentrados mueren de hambre? Pues, precisamente, para eso hice la reconcentración», respondió Weyler al alcalde de Güines en una ocasión.

Las zonas confinadas para el alojamiento de los concentrados no guardaban las condiciones higiénicas básicas: sin agua ni disposición para los residuales líquidos ni sólidos, sin control de vectores, no existían tampoco lavabos, ni camas, lo cual favorecía los casos de enteritis diversas y disenterías.

El holocausto cubano es uno de los episodios más dolorosos de la historia de América Latina

La reconcentración también privó a las tropas mambisas de los medios de subsistencia, ya que estos vivían junto a los campesinos en la manigua cubana, quienes también les informaban de los movimientos de las tropas españolas.

Para 1896, la guerra había dado un giro favorable para los colonizadores, sobre todo con la muerte del general Antonio Maceo, conocido como «El Titán de Bronce», lo que resultó el mayor mérito de Weyler durante su mandato.

Con tal éxito, en 1897 Weyler extremó su política y prohibió la zafra azucarera en la Isla para evitar pagar impuestos a los mambises. Esta medida, que provocó el desconcierto de los propietarios, y tampoco fue bien recibida por Estados Unidos, quien comenzó a hacer presiones para poner fin a la guerra.

La prensa estadounidense reclamó la intervención en Cuba, presuntamente para acabar con la «matanza de civiles» aunque en verdad solo pretendían apoderarse de la Isla. Fue así como Weyler fue relevado de su cargo octubre de 1897.

Las zonas confinadas para el alojamiento de los concentrados no guardaban las condiciones higiénicas básicas

Como trofeo de guerra, el capitán español se llevó la silla hecha de palma de El titán de Bronce, que se mantuvo estos 120 años en un museo de Mallorca, hasta que el presidente de Gobierno español, Pedro Sánchez, la devolvió a Cuba en su primera visita oficial este 22 de noviembre.

En la actualidad, una céntrica plaza de Palma de Mallorca lleva el nombre de Valeriano Weyler, y otra en Santa Cruz de Tenerife.

Escrito por | Redacción TodoCuba

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