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La increíble historia de Rustán, el mambí paralítico que despertaba el terror en los españoles

José Policarpo Pineda, alias Rustán, es una figura de leyenda. Célebre bandido antes del estallido de la Guerra del 68, se incorporó a las fuerzas del Ejército Libertador, donde llegó a ser el jefe de la vanguardia del mayor general Máximo Gómez. El militar dominicano, a cuyas órdenes se encontraban hombres como los Maceo, Moncada o Freyre; y que era bastante poco dado a regalar elogios, llegó a decir que Rustán era el “hombre más valiente de Cuba”.



De su vida se conoce poco. Algunos afirman que nació en Guatánamo y otros que Baracoa lugar donde vivía cuando una pelea con el mayoral de la finca donde trabajaba lo colocó fuera de la ley. Como hombre libre, a pesar del color de la piel, no toleró que el mayoral lo abofeteara delante de los esclavos y le dio una soberana paliza.

El comandante militar de Guantánamo lo apresó entonces por el delito de “golpear a un blanco” y le hizo azotar en la plaza de la ciudad. Rustán no olvidó la afrenta y a los pocos días montado a caballo entró en el café donde se encontraba el militar español y le gritó: “!vengo a devolverte los chuchazos que me diste!”. Allí mismo, ante el terror de los presentes lo agarró de las solapas y le cruzó la cara con varios latigazos.

Después de ese acto no le quedó más remedio que alzarse en el monte, donde fue perseguido sin descanso por las fuerzas españolas que nunca pudieron capturarlo.

Dedicado al pillaje, lo que en Cuba se llamó “bandolerismo social” sobrevivió hasta el inicio de la guerra en que se incorporó a las partidas insurrectas que operaban en la zona.

Cuando el mayor general Máximo Gómez invadió Guantánamo, Rustán se incorporó a sus fuerzas en las que alcanzó el grado de coronel por su valentía en combate.

Herido en muchos combates se recuperó siempre para volver a comandar sus hombres hasta que un balazo que le atravesó ambos muslos lo dejó paralítico de la cintura para abajo. Negado a abandonar el servicio siguió combatiendo amarrado a la silla de su caballo, a la que tenía que subir y bajar auxiliado por sus ayudantes.

Los españoles le temían más que a ningún jefe cubano por su ferocidad y la sola mención de su nombre inspiraba terror. Para ellos, que nunca pudieron vencerlo, fue todo un alivio cuando conocieron la noticia de su muerte, ocurrida a fines de junio de 1872 cuando murió en un accidente al caer su caballo por un barranco.

Escrito por | Redacción TodoCuba

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