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La curiosa leyenda del cañón cubano que terminó por imponer su nombre a un parque

En la ciudad de Nuevitas, al norte de Camagüey se encuentra el Parque Salvador Cisneros Betancourt, antigua Plaza Mayor, uno de los más antiguos de la urbe. Sin embargo, como suele suceder a menudo por los nombres nadie le llama así. Para los nueviteros el espacio público es simplemente, el Parque del Cañón, porque allí se encuentra emplazada una de esas armas de artillería desde los tiempos de Ñaña Seré.



El famoso cañón tiene su historia, o más bien su leyenda, porque resulta difícil precisar en qué punto comienzan a mezclarse fantasía y realidad.

Cuentan los lugareños que la pieza de artillería la costeó el comerciante Domingo Maimir (eso de que los particulares compraran cañones fue más común de lo que se cree, sobre todo porque hubo épocas en que las autoridades españolas, entre lo que les faltaba y lo que se robaban, no tenían un peso) para proteger sus intereses en el puerto, pues como a principios del XIX los españoles andaban en bronca constante con ingleses o franceses, según las alianzas de turno, los navíos de estos podían realizar alguna visita indeseada a Nuevitas.

En 1800 se instalaron en un farallón, junto al que hoy se conserva, cuatro cañones más. Pasados 17 años de acumular herrumbre, finalmente demostraron su utilidad al rechazar el ataque de medio millar de corsarios ingleses que pusieron pies en polvorosa.

Con el paso de los años las piezas de artillería se hicieron inútiles y los nueviteros se olvidaron de ellas. Sin embargo, el ciclón de octubre de 1933 provocó un enorme deslave en el farallón y, sorpresa, aparecieron dos de los dichosos cañones.

Allí mismo dejaron uno, el más feo y deteriorado, pero el Ayuntamiento donó 500.00 pesos para que se rescatara el otro y se instalara frente a la casa de Gobierno (eso de tener un cañón al frente daba cierta prestancia)… Pero igual lo abandonaron hasta que otro alcalde, tomó de otro presupuesto, le hizo un soporte de concreto, mandó a darle una mano de pintura y lo mandó para la Plaza Mayor.

Desde entonces permanece en ese lugar y se ha convertido en uno de los símbolos de la ciudad y homónimo del parque. Así que si alguna vez viaja a Nuevitas no pregunte por el Parque Salvador Cisneros, que ese no lo conoce nadie… indague mejor por el Parque del Cañón.

 

Escrito por | Redacción TodoCuba

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