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La curiosa historia del Maní Roselló, una de las pocas fábricas cubanas que Fidel Castro no expropió

Durante la República existieron en Cuba grandes extensiones de tierra sembradas de maní. Las compañías estadounidenses obtenían grandes beneficios de la exportación de esta leguminosa, especialmente la variedad blanca, cuya semilla está compuesta en más de un 40 % de aceites.



Fue en esa época que el consumo del maní se hizo popular en Cuba. Los cubanos lo tostaron, lo metieron en cucuruchos y comenzaron a venderlos por las calles. Tanto furor hizo el maní en la Isla que su fama trascendió las fronteras de la Isla y llegó hasta París de la mano de Moisés Simons y la voz de La Única, Rita Montaner.

Uno de los que encontró una forma de buscarse la vida con el maní fue el camagüeyano Manuel Roselló. Comenzó vendiendo cucuruchos en una bicicleta, luego hizo turrones, después dulces navideños y por último la “Crema Roselló”, de la que nunca reveló el secreto pero que todos compraban en el Camagüey.

Roselló, huérfano desde pequeño había tenido que pulirla en la vida. Había sido criado, dependiente de tienda, machetero en una colonia, mensajero de una florería y por último vendedor de derivados del maní para no morirse de hambre. Por eso vio su oportunidad y en 1943, con 30 años de edad decidió inscribir su marca para patentizar el sabor único de su maní.

El Maní Roselló fue de las pocas industrias privadas que sobrevivió a las expropiaciones del gobierno de Fidel Castro

En la década siguiente ya estaba en todas las casas de Camagüey gracias a las campañas publicitarias que ponderaban las virtudes de un alimento altamente nutritivo, rebosante de grasas naturales y con “el punto exacto de azúcar”.

El Maní Roselló fue de las pocas industrias privadas que sobrevivió a las expropiaciones del gobierno de Fidel Castro. Una carta del Che Guevara en la que decía que la familia de Manuel “no le debía nada al pueblo” bastó para que les dejaran tranquilo y pudieran conservar su negocio.

Sin embargo, este igual se moriría. A finales de la década de 1960 comenzaron a escasear los insumos y el maní dejó de ser rentable para los agricultores cubanos. Sólo unos pocos mantuvieron el cultivo de pequeñas cantidades destinadas al autoconsumo, totalmente insuficientes para abastecer una industria. Roselló debió desaparecer.

En 1994 la Oficina Cubana de la Propiedad Industrial señalaba a Roselló como la única Marca Registrada a nivel internacional

Treinta años después, con la llegada del Período Especial, Manuel Roselló decidió relanzar su empresa a instancias de su hijo. En 1994, la Oficina Cubana de la Propiedad Industrial recogía el Maní Roselló como la única marca propiedad de un cubano en la rama de la gastronomía y la alimentación.

En su casa de la calle San Ramón Oeste No. 360 de la ciudad de Camagüey, Manuel y su hijo continúan fabricando el Maní Roselló con la misma receta secreta de hace más de 70 años y las practicas artesanales que le dan su peculiar sabor típico y cubano.

Escrito por | Redacción TodoCuba

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