fbpx

Jaime Partagás, el catalán que llegó a Cuba casi niño y construyó un imperio con el tabaco

Su nombre real era Jaume Buenaventura Ambrós Partagás y Ravell, pero como era demasiado largo, poco comercial y algo catalán todos le conocieron en Cuba, simplemente, como Jaime Partagás. Este inmigrante catalán nacido el 7 de diciembre de 1816 en Arenys de Mar, Barcelona llegó a la mayor de las Antillas en busca de fortuna a la edad de 14 años… ¡Y vaya si la encontró! A lo largo de su vida fundó un imperio con la manufactura del tabaco cuya impronta ha llegado hasta nuestros días.



En Cuba se relacionó desde su llegada con Juan Conill y Pi, considerado el comerciante de tabaco más exitoso de mediados del siglo XIX con el que aprendió todo lo relativo al almacenaje y fabricación de tabacos.

A los sietes años de haber desembarcado en la Isla, Jaime Partagás se sintió lo suficientemente seguro y se independizó de Conill para fabricar tabacos por su cuenta. En 1845 con sus ahorros y el capital aportado por su esposa abrió su propia fábrica en el No. 1 de la calle Barcelona en La Habana. Vendía entonces sus tabacos bajo la marca La Pureza de Partagás.

En pocos años sus puros a los que llamaban sencillamente Partagás llegaron a ser los más famosos y conocidos a nivel internacional.
De la fabricación de tabacos, Jaime Partagás se diversificó a la producción de cigarrillos y picadura con éxito notable por su calidad y perfección. Emprendedor e inteligente supo invertir bien sus ganancias hasta crear uno de los imperios tabacaleros más importantes del mundo.

El primer nombre de su fábrica fue “La Flor de Tabacos Partagás” que tras varios cambios derivó a “Real Fábrica de Tabacos Partagás”. Jaime escogió este nombre pues, por la calidad de sus puros se había convertido en el proveedor casi exclusivo de las realezas de las realezas de Europa y Así.

Su enorme éxito le ganó no pocos enemigos entre los almacenistas y fabricantes, muchos de los cuales se arruinaron por su competencia. A lo largo de su vida tuvo que sortear demandas, pleitos judiciales y atentados. El último de ellos lo sufrió el 18 de junio de 1868 en una de sus haciendas de Pinar del Río cuando le dispararon un trabucazo a boca de jarro que lo derribó de su caballo.

A duras penas pudo arrastrarse hasta su casa donde fue atendido, pero ignorando la opinión de los médicos insistió en trasladarse a La Habana para vigilar de cerca sus negocios. Su organismo no resistió el penoso viaje y murió en Pinar del Río sin poder alcanzar la capital.

Un negro libre de nombre Pedro Díaz fue acusado, aunque la sociedad habanera señaló a los propietarios de Cabañas, sus más grandes competidores de haber encargado el asesinato, algo que nunca se pudo probar.

Escrito por | Redacción TodoCuba

Patrocinado por: CubitaNOW - Noticias de Cuba