¿Dónde está el águila del Monumento a las víctimas del Maine? (+ Fotos)

miércoles, 10 de octubre de 2018

La Oficina del Historiador de La Habana suele ser muy cuidadosa y eficiente a la hora de restaurar hasta el mínimo detalle los monumentos históricos. Sus especialistas buscan siempre devolverlos a su máximo esplendor y ser los más fieles posible en recrearlos en su aspecto original. Existen, sin embargo, excepciones. El Monumento a las Víctimas del Maine es una de ellas.

A este conjunto, no se le retribuyeron todos los ornamentos originales. Ni el águila; ni los bustos de Mc Kinley, Wood y Roosevelt; ni la tarja con la “Declaración Conjunta”, aunque está lo único que dice es que “el pueblo de la isla de Cuba es y de derecho debe ser independiente”.

Tampoco se retiró la que se colocó mucho después y que no formaba parte del conjunto original y que acusa al imperialismo de “sacrificar a las víctimas del Maine”, una hipótesis que la verdad histórica ha desestimado por completo.

Ahora, ¿dónde está el águila del Monumento a las víctimas del Maine?

En realidad hubo dos águilas. La primera la echó abajó el Ciclón del 26, a menos de dos años de la inauguración del monumento. El diseño vertical de sus alas hacía demasiada resistencia al viento, por lo que en su lugar fue colocada otra con las alas extendidas que aguantó firme tres décadas, hasta que otro huracán mucho más poderoso: el que llegó a la Isla en 1959 decidió derribarla también.

Un decreto del Consejo de Ministros acordó el 18 de enero de 1961 “modificar” el Monumento a las víctimas del Maine. La modificación consistió en la destrucción a mandarriazos de los bustos y la tarja con la Joint Resolution y el derribo del águila. Esta al impactar al suelo desde la altura se quebró en varios pedazos.

Estos pedazos corrieron destinos distintos: la cabeza adorna uno de los salones de los Estados Unidos en La Habana y el resto son conservados por la Oficina del Historiador de la Ciudad.

Curiosamente, la primera águila (la derribada por el Ciclón del 26) sobrevivió a la primera y hoy adorna los jardines de la residencia del embajador de los Estados Unidos en Cuba. Quizás algún día regrese a su lugar, al menos a esta, no la derribaron los cubanos.