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El tira piedras, un arma no letal que marcó la infancia de los cubanos

 



Hoy quiero comentarles acerca de un «artefacto» de nuestros años de infancia y tal vez de adolescencia. Se trata del «tira piedras», «flecha» o «tiradera». Estoy convencido que recuerdas el primero, porque te acompañó en cuanta travesura hiciste, solo o con los amigos del barrio. Muchos recuerdos afloran en la mente, pero si eres de los que nunca tuvo uno, pregunta. Quizás te sorprendas de la cantidad de cubanos que, a lo mejor, se llevaron uno de Cuba.

La «tiradera» nunca fue privativa de los campos cubanos, aunque lo cierto es que siempre fue más común. Si tu papá, un tío o primo trabajaba donde habían recámaras finas de camiones o bicicletas (de las que necesitan aire y que aún existen en Cuba), tenías asegurado más de un «tira piedras».

Cuando esas recámaras ya no servían, algún familiar te regalaba un pedazo y sacabas los dos listones necesarios. Para la horqueta o el cabo bastaba una rama con esta forma y lo suficientemente fuerte como para aguantar cada tirada. Un pedazo de cuero viejo, picado en forma rectangular servía para aguantar la piedra.

¿Y en las ciudades, qué sucedía? Más o menos igual, pero si viajabas con frecuencia a ver a la familia al campo o si venían de allá hacia la ciudad, no faltaba algún muchacho con una al cuello. Y entonces te ibas a la calle, el parque, el campito de pelota o fútbol para tirarle a los gorriones o coger puntería con una lata vieja.

Si cierras los ojos, un instante, es muy probable que te veas a ti mismo descalzo y sin camisa, con un «tira piedras» al cuello y los bolsillos del short lleno de piedras. -todocuba.org

Más que acertar al blanco o una victoria en la cacería, salir a «mataperrear» con un «tira piedras», era mucho más que perder el tiempo. Era el momento ideal para conocer quién era quién en el grupo, fortalecer la amistad o a lo mejor, apartarte para siempre de ese muchachito, que a tu mamá no le gustaba.

Esperanza, imaginación, cansancio o una buena «tostada al sol» (insolación), eran los premios mayores de esos momentos. Si cierras los ojos, un instante, es muy probable que te veas a ti mismo descalzo y sin camisa, con un «tira piedras» al cuello y los bolsillos del short lleno de piedras. A tu lado, la pandilla del barrio, siempre listos a salir a recorrer los vericuetos de cada calle, caerle atrás a algún gato o defenderte de un perro.

Así, al caer la tarde regresas a casa. ¿Agotado? Sí, probablemente extenuado; pero feliz de haber pasado un día agradable. Esa felicidad que añoras y que te gustaría volver a vivir o que tus hijos vivan para sí.

Por: Ramón Zamora Crespo

 

 

Escrito por | Redacción TodoCuba

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