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Entre pregones y refranes, dos costumbres bien cubanas

En Cuba, los pregones tiene un lugar especial en la nostalgia, “caserita no te acuestes a dormir, sin comprarme un cucurucho de maní”, “pican, no pican, los tamalitos de Olga”, “para pantalón y saco, vendo perchero barato”, son pregones que pasaron a la música popular; mas también, en un sitio del recuerdo, está el clásico “crocante habanero de maní con chocolate muy rico” que a continuación dejaba escuchar un cornetín cuyo sonido todos identificaban. Aquel producto de maní con chocolate solo puede ser localizado en la memoria, la fórmula de su sabor y textura desapareció junto con su pregonero.



«Tostado y salado el maní”, dice el vendedor, mientras exhibe el producto en una de sus manos. El voceo se repite una y otra vez con el mismo tono. Solamente se detiene unos segundos durante las operaciones de venta. El manisero permanece en el mismo sitio, son los compradores quienes se acercan a él. Luego continúan en la parada, en la espera de la guagua, bajo el inclemente sol del verano.

Aquellos vendedores del pasado, maniseros, dulceros, heladeros, tamaleros, fruteros… solían pasar a una hora fija. Precediéndolos, iba la melodía y el pregón que los anunciaba. Su manera de trasladarse y llevar el producto era bien diversa, unos iban en motonetas, o triciclos, o coches; otros, tiraban de un carrito; otros, llevaban la carga sobre un hombro o la cabeza.

Pero no todo era venta, también se pregonaban servicios. Y ahí ninguno se iguala con el amolador de tijeras porque el sonido de su instrumento le daba una identidad sin par. Todavía, con suerte, pueden verse amoladores de tijeras recorriendo las poblaciones. Si usted ve alguno tírele una foto porque tomar su imagen es como cazar un unicornio.

Entre los pregones de hoy, algunos maniseros intentan rescatar la tradición porque incorporan la rima –sonante o asonante– y la picaresca en sus intentos de versos promocionales. Así ofrecía su producto, a bordo de un ómnibus, un manisero de Alamar: “Haga su viaje feliz comiendo maní”. Este verso le sirve como estribillo y a continuación improvisa otros con la misma intención para llamar la atención del “auditorio” rodante.

Del pregón al refrán

Hay una línea que enlaza el pregón con el refrán, ese dicho breve, sentencioso y popular. Ambos se expresan de forma sintética, ambos se valen de la rima. Si el refrán comunica un saber concentrado en uno o más versos, el pregón comunica la esencia de un producto o servicio, generalmente, en un solo verso que se repite como estribillo una y otra vez.

Castellanos, andaluces, aragoneses, leoneses, vascos, catalanes, canarios, trajeron a Cuba sus refranes, dichos, proverbios; pero también lo hicieron los yorubas, congos, lucumíes, libios, sirios, chinos, para darle mayor sabor al ajiaco lingüístico. El refrán, como expresión de sabiduría popular, ha acompañado al cubano desde los inicios de su formación identitaria.

En esta isla, donde, “el que no tiene de congo tiene de carabalí”, quién no sabe que “el mejor perfume viene en pomo chiquito”, quién no ha pregonado que “santo que no es visto no es adorado”, por tanto, pregonemos los valores de nuestros refranes para que no canten el manisero como tanta tradición olvidada, recordemos que “el que poco agradece, menos merece”, aunque, bien es cierto que “el palo que nace pa´ violín hasta en el monte suena”, luego, como una ceiba eterna, refranes y pregones están instalados firmemente en el tronco de nuestra cultura.

Escrito por | Redacción TodoCuba

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