fbpx

Palacio de Borrell, un edificio en Trinidad con una tenebrosa historia de muertes, tesoros y pactos con el diablo

En el siglo XIX Trinidad fue considerada como la tercera ciudad más importante en toda Cuba. Fueron los catalanes de apellido Borrell los que con su gran fortuna le dieron sus años de gloria y esplendor.



El Guáimaro fue uno de los más imponentes e importantes del Valle de los Ingenios. En este ingenio se alcanzó la zafra más grande del mundo en su tiempo y sus beneficios fueron utilizados para construir el Palacio de Cantero.

Tras la muerte de su fundador José Mariano Borrell y Padrón (1767-1830), es heredado por su hijo Mariano Borrell y Lemus, el Marqués de Lemus. Este compró el Palacio Borrell y lo convirtió en la residencia familiar.

Según dicen hubo una habitación en la que el marqués ordenó que se realizara una pintura de un diablo. Luego de su muerte los herederos pintaron en varias ocasiones la pared para quitar esta figura demoníaca pero siempre terminaba volviendo a relucir la imagen.

Antiguamente contaban que el marqués había mandado a pintar esta figura ya que tenía un pacto con el diablo. En las noches se escuchaban ruidos de cadenas que eran arrastradas y la gente no quería pasar por allí, hasta que determinaron romper la pared.

Cuentan que el marqués recibió 5 tiros por un esclavo pero ninguno de estos lo mató. Al contrario, disparó al negro en una rodilla y así lo llevó hasta el pueblo donde lo hizo confesar que su esposa y su primogénito lo habían mandado a matar. Fue así que desheredó a su primer hijo Federico Eduardo y mandó a encarcelar a su esposa.

Luego de esta traición familiar se cuenta que Borrell puso toda su fortuna en botijas y las enterró en distintos lugares de sus propiedades. Eran cientos de onzas de oro y los esclavos que cavaban los huecos para las botijas y luego las enterraban más tarde eran matados para que no se revelaran los lugares.

A finales de los años 20 supuestamente se desenterró una botija en la cocina de los esclavos de la finca Don Mariano. Esta leyenda perdura hoy entre los habitantes de Trinidad y hay muchas personas que piensan que el tesoro si existe y continúa tragado por la tierra.

En su testamento el marqués le hereda a la ciudad de Trinidad acciones valoradas en 25 mil pesos, del Ferrocarril del puerto de Casilda.

Debido a la cláusula 20 se prohíbe que mientras sus hijos sean menores de edad estén con su madre, ya que él tenía miedo de que ella quisiera matarlos para heredar sus posesiones. Otro de los puntos aclara que deja en libertad a algunos esclavos con sus hijos y a otros les es dejado grandes sumas de dinero.

A los 51 años murió el marqués. Nunca se supo cuanto tiempo estuvo presa su esposa Doña María Concepción Villafaña, marquesa de Guáimaro, debido al atentado encomendado para matar a su esposo.

Escrito por | Redacción TodoCuba

Patrocinado por: CubitaNOW - Noticias de Cuba