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La olvidada leyenda de la Cruz de Sal, la historia que hizo soltar miles de pesos a los cubanos tacaños que el miedo les aflojó el bolsillo

Una de las antiguas leyendas cubanas que demuestra que el miedo afloja el bolsillo hasta de los más tacaños es la de la Cruz de Sal, gracias a la cual se construyó uno de los más grandes hospitales de leprosos de la Isla.



Cuentan que en las primeras décadas del siglo XIX vivía en la villa de Puerto Príncipe, hoy Camagüey, un sacerdote de muchas virtudes al que todos conocían como Padre Valencia y que los vecinos de la ciudad tenían por santo.

El Padre Valencia anhelaba más que nada construir un lazareto para ayudar a los leprosos que pululaban por las ciudades y campos de Cuba rechazados por todos y propagando la enfermedad. Los vecinos del Camagüey simpatizaban con la idea, pero eran bastante tacaños a la hora de contribuir con dinero o recursos para el hospital.

Fue entonces que el sacerdote se apareció un día con una figura calcárea, como una estalactita, que semejaba una brillante cruz cuyos brazos caían inclinados en vez de horizontales. Listo como era el cura, entendió que el fin justificaba los medios e invitó a todos los vecinos de la ciudad a una misa piadosa en las que les soltó el siguiente sermón:

– Hermanos míos, esta es la Cruz de Sal, y el día que se desmorone se acabará el mundo y llegará el juicio en el que daréis cuenta a Dios de vuestra conducta. Así pues, haced méritos para cuando se desmorone esta Cruz de Sal… que ya ha empezado a caerse.

Aquello fue el acabose. No bien había terminado el cura el sermón, cuando todos los hombres entregaban hasta la última moneda de sus bolsas y las mujeres se quitaban las joyas para ponerlas en el cepillo.

Para mayor angustia de los camagüeyanos, cada vez que visitaban la iglesia y miraban la Cruz de Sal encerrada en su urna de cristal, esta parecía mermar cada vez más. Así que competían unos con otros en donativos para poder pagar su entrada al cielo.

Nunca se supo si el Padre Valencia inventó toda la historia para aflojar los bolsillos de tan tacaños feligreses o si en realidad era santa la Cruz de Sal; lo cierto es que no sólo pudo construir su lazareto, sino que mientras él vivió no les faltó de nada a los leprosos que allí encontraron abrigo.

Escrito por | Redacción TodoCuba

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