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El dominó, el verdadero deporte nacional de las calles cubanas

La costumbre de jugar dominó ha sobrevivido a la televisión y otras sofisticaciones de la imagen. Su poder –hasta ahora– ha resultado invencible en la Isla y por extensión en el Caribe hispánico. ¿Qué magia secreta tendrán esas fichas?



Las enciclopedias aseguran que el dominó nació en China sobre el siglo X y en el XVIII pasó a Occidente. Dicen que las cortes de Venecia y Nápoles fueron las primeras en introducirlo y que más tarde las posadas y tabernas inglesas se apoderaron de este entretenimiento. Dominó es una palabra francesa que le da nombre a una capucha negra por fuera y blanca en su interior que usaban los sacerdotes cristianos en invierno.

De la gran variedad de juegos de mesa surgidos en el Oriente el dominó ha sido el favorito en Cuba sin ninguna discusión. El dominó chino y el mah jong nunca tuvieron tantos adeptos, aunque algunas sociedades –no solo las chinas–, en las primeras décadas del pasado siglo, siempre tenían mesas habilitadas –sobre todo de mah jong–. La popular enciclopedia electrónica Encarta, para ejemplificar las costumbres de los cubanos –de dentro y de fuera de la Isla– sitúa las imágenes de dos mesas de dominó con sus respectivos jugadores y mirones –sapos en el argot–, una en Cuba y la otra en la Pequeña Habana de Miami. Acaso de tantas costumbres que se han ido perdiendo, la de jugar dominó es una de las poquísimas que sobrevive en el siglo XXI. Una fiesta familiar, o una reunión de amigos y amigas siempre puede conducir a una mesa de dominó.

En los primeros tiempos que los españoles trajeron este juego a Cuba, el dominó no tuvo mucho éxito. Solo en algunas pocas tabernas y bodegas podían verse jugadores. El pasatiempo fue creciendo lentamente y ya hacia 1890 existían academias de dominó en la popular calzada de Monte. De las clases más populares se extendió paulatinamente hacia el interior del resto de la sociedad en el siglo XX.

Nuestras dos versiones

Uno de las peculiaridades que presenta el dominó en Cuba es que mientras en las provincias occidentales gusta más el dominó de 55 fichas, en las orientales casi solamente se juega con el de 28. Y la costumbre no es reciente. Como es conocido, en el dominó de 28 fichas el margen para la suerte solo existe a la hora de coger cartas. Un buen jugador no debe equivocarse si piensa bien cuando el juego está avanzado, mientras que en el de 55, las 15 que duermen bocabajo en la pila le dan entrada al azar en mayor medida. Además, la mayor cantidad de fichas (casi el doble) exige mayor esfuerzo de memoria a los jugadores.

El dominó, en tanto pasatiempo popular, ha construido un lenguaje propio, una manera de nombrar cada jugada. “Blanquizal de Jaruco”, “el lunar de Lola”, “seis mil y más murieron”, “la caja de muerto”, son algunas de las formas de referirse al blanco, el uno blanco, el seis, o el doble seis, respectivamente. Esa manera de nombrar tiene mucho que ver con la actualidad. Las frases suelen emplear personajes de moda en el momento de construirse: “Cuarteto de Aida”, por ejemplo. Por ser el juego de mesa más popular, el dominó comparte con el béisbol el privilegio de hacer la mayor cantidad de aportaciones a la fraseología. Continuamente, en diversas situaciones, se utilizan frases que son metáforas de este juego, tales como “dale agua al dominó” (para que algo se mueva, que fluya); “se trancó el juego” (cuando una situación no tiene salida); “refresca la data” (alivia la tensión); “la misma y la parecida” (la situación no cambia).

Continuando su largo viaje, de China a las cortes europeas, el dominó llegó finalmente a las bodegas y tabernas habaneras y santiagueras para establecer sus dominios en la Isla y tener siempre las fichas dispuestas para que el juego continúe como la vida misma. Una data con predominio de fichas de poco peso, ligeras, es la más útil para ganar en un tranque –una situación que no podemos dominar–. ¿Acaso no es una filosofía válida para vivir?

Escrito por | Redacción TodoCuba

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