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Crónicas curiosas de mi Cuba: Cuando el muerto se fue de rumba y revivió dentro de su tumba

Se imaginan ir en un paso fúnebre cargando sobre sus hombros el féretro de un gran amigo, rumbo a su “última morada”, cuando para asombro de todos los presentes la tapa de la caja se abre y su difunto querido se sienta, mirando con expresión de duda, y pregunta: “¿Dónde estamos?



Aunque casos como estos en nuestros días son poco probables, ya que el desarrollo de la ciencia ha permitido a los doctores diagnosticas la muerte con absoluta certeza.

Pero hace “unos cuantos años”, cuando los carros eran de madera, los relatos de personas que eran sepultadas vivas o, como los casos que les contaremos, se despertaban a tiempo… por suerte.

En el ambiente rural de la Cuba del ayer, donde el desarrollo era exiguo, las distancias se hacían largas y las vías de comunicación escaseaban o faltaban por completo, cuando alguien parecía muerto, sencillamente lo acostaban sobre la mesa, lo cubrían con una sábana y ¡a llorar!

No faltan en los anales de la necrópolis Cristóbal Colón decenas de relatos de personas, las que supuestamente habían sido sepultadas sin que realmente hubieran fallecido.

En la Necrópolis de Colón existen cientos de relatos de personas enterradas vivas

Podía entonces suceder que el pobre (o la pobre), que tal vez estaba cianótico porque lo que tenía era un trozo de boniato atravesado en la garganta, tosía, expulsaba el cuerpo extraño y volvía en sí más asustado que los propios dolientes que lo veían resucitar.

Uno de esos (llamémosles relatos) narraba que una señora de la alta sociedad despertó en la angustiosa estrechez y penumbra de su sepulcro y, desesperada, comenzó a gritar por ayuda. Uno de los vigilantes del cementerio la escuchó y logró localizarla entre el mar de tumbas. Entonces se quitó la chaqueta y la dejó sobre la lápida para marcarla mientras iba en busca de ayuda.

También se contaba que el célebre cantor cubano Roberto Faz había sido enterrado bajo una crisis de catalepsia y que tiempo más tarde se habían descubierto signos de que había despertado en su ataúd… pero esto parece no ser más que una leyenda urbana.

Otra leyenda, devenida cuento humorístico, es la del pobre borrachín que la municipalidad habanera mandó a sepultar durante una de las terroríficas epidemias de fiebre amarilla que asolaron Cuba entre el siglo XVII y mediados del XIX. Los movimientos del carretón en que lo transportaban, junto a otros verdaderos difuntos, hicieron que el hombre se despertara.

Se contaba que el célebre cantor cubano Roberto Faz había sido enterrado bajo una crisis de catalepsia

El conductor del carricoche, que se dice que era un chino, se negaba a dejar que el desdichado se bajara, porque llevaba escrita la orden de sepultarlo, insistía en que estaba bien muerto y repetía: “Papelito habla lengua”. El chiste fue muy popular en una época y hasta pasó a engrandecer la fraseología cubana para designar aquello que no puede discutirse por el simple hecho de estar escrito.

Lo cierto es que la catalepsia es un padecimiento que, en tiempos de poco desarrollo científico, pudo haber causado muchas molestias y algún que otro desenlace fatal, además de protagonizar no pocas relatas de terror.

Más allá de esos casos, auténticos o ficticios, hay también cuentos de personas que se dedicaban a hacer burlas pesadas en los velatorios y algunas de esas gracias consistían en lograr que pareciera que el difunto revivía, o al menos se movía. Estas eran también más comunes en el campo, cuando los fallecidos se velaban sobre la mesa del comedor.

Y puede que en alguna ocasión resulte ser cierto lo que cuenta una canción que estuvo muy de moda hace ya unos cuantos años. Dice que estaban velando a un famoso rumbero al tiempo que se celebraban los carnavales y entonces:

“En cuanto sintió la conga, el muerto se fue de rumba”.

Escrito por | Redacción TodoCuba

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