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Los pregones en Cuba

“Tostado y salado el maní”, dice el vendedor, mientras exhibe el producto en una de sus manos. El voceo se repite una y otra vez con el mismo tono. Solamente se detiene unos segundos durante las operaciones de venta. El manisero permanece en el mismo sitio, son los compradores quienes se acercan a él. Luego continúan en la parada, en la espera de la guagua, bajo el inclemente sol del verano.



El manisero y el caramelero, apostados en las paradas; el vendedor de especias y el dulcero que deambulan por los repartos, todos acuden a la más antigua de las estrategias de mercadeo: el pregón. Así, se ubican en una tradición popular que arranca en la Edad Media y tiene entre sus antepasados al heraldo que pregonaba las disposiciones reales, pero, más cercanos a ellos, a los mercaderes que compartían las plazas. El pregón es, por tanto, una forma de difusión y propaganda asentada en la cultura de los pueblos.

En Cuba, el pregonero tiene un lugar especial en la nostalgia, “caserita no te acuestes a dormir, sin comprarme un cucurucho de maní”, “pican, no pican, los tamalitos de Olga”, “para pantalón y saco, vendo perchero barato”, son pregones que pasaron a la música popular; mas también, en un sitio del recuerdo, está el clásico “crocante habanero de maní con chocolate muy rico” que a continuación dejaba escuchar un cornetín cuyo sonido todos identificaban. Aquel producto de maní con chocolate solo puede ser localizado en la memoria, la fórmula de su sabor y textura desapareció junto con su pregonero. En una crónica dedicada a los pregones, Alejo Carpentier observa que Marcel Proust se había fijado con atención en los pregones de París, los cuales le recordaban la salmodia de un sacerdote por la entonación musical, por ese balanceo indeciso sobre una nota, característica del primitivo himno cristiano. Comenta el autor de El siglo de las luces que “el pregón callejero, o los accesorios que sirven para anunciar sonoramente una actividad o tipo de comercio, se cuentan entre las cosas más misteriosas que puedan atraer la atención de un hombre”.

Todavía, con suerte, pueden verse amoladores de tijeras recorriendo las poblaciones. Si usted ve alguno tírele una foto porque tomar su imagen es como cazar un unicornio. Otros pregoneros que utilizaban instrumentos han desaparecido totalmente. Aún en 1944, el creador de Los pasos perdidos se refería al baratillero canario que tocaba un timbre y al barquillero que sonaba un triángulo.

La pervivencia en Cuba del pregón, dentro del nuevo sistema de relaciones sociales y productivas, en ocasiones se ha transformado en caricatura. Los pregones, a los cuales Carpentier prestó tanta atención y señaló elementos de orden musical –“hallaremos sorprendentes inflexiones de cantus firmus, en el Mango…mangüeeeee, con melisma final, que suele acompañar los carritos adornados con hojas de palma, en abril y mayo. Por tradición, el Florero… flooooores, tan típicamente habanero, debe entonarse con falsete de sochantre”– ya estaban desapareciendo cuando el novelista habla de ellos y en el presente han perdido una gran parte del sabor de sus antiguas características. Muchos de los actuales vendedores ambulantes son voceadores de mercancías o servicios con otra sicología y otro proceder.

Castellanos, andaluces, aragoneses, leoneses, vascos, catalanes, canarios, trajeron a Cuba sus refranes, dichos, proverbios; pero también lo hicieron los yorubas, congos, lucumíes, libios, sirios, chinos, para darle mayor sabor al ajiaco lingüístico. El refrán, como expresión de sabiduría popular, ha acompañado al cubano desde los inicios de su formación identitaria. En esta isla, donde, “el que no tiene de congo tiene de carabalí”, quién no sabe que “el mejor perfume viene en pomo chiquito”, quién no ha pregonado que “santo que no es visto no es adorado”, por tanto, pregonemos los valores de nuestros refranes para que no canten el manisero como tanta tradición olvidada, recordemos que “el que poco agradece, menos merece”, aunque, bien es cierto que “el palo que nace pa´ violín hasta en el monte suena”, luego, como una ceiba eterna, refranes y pregones están instalados firmemente en el tronco de nuestra cultura.

Escrito por | Redacción TodoCuba

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