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Liz Cuesta acusada de emplear la cultura para reforzar el control oficial sobre el arte en Cuba, según Lara Crofs



Liz Cuesta, esposa del presidente Miguel Díaz-Canel y docente del Instituto Superior de Arte (ISA), ha sido blanco de duras críticas por el papel que juega dentro del panorama cultural cubano, señala la intelectual y activista Lara Crofs. Según Crofs, desde redes sociales, Cuesta representa una figura clave para legitimar lo que denomina una “industria cultural” al servicio del poder político y no de los verdaderos intereses y preocupaciones de los artistas independientes.

La crítica sostiene que Cuesta, lejos de ser reconocida ampliamente por su aporte académico o intelectual, es vista entre opositores y destacados artistas como una pieza más dentro del engranaje oficialista encargado de regular la expresión artística. Este señalamiento también se extiende al propio ISA, institución que, bajo la influencia de figuras como Cuesta, funcionaría más como un centro de adoctrinamiento que como un espacio plural para la creación artística libre.

Uno de los ejemplos señalados es la promoción mediática de un “dialogo feliz y productivo” entre Cuesta e Israel Rojas, integrante del dúo Buena Fe, grupo identificado como representante de los intereses culturales del oficialismo y cuya producción musical, según los críticos, está desfasada de las problemáticas y experiencias que vive la sociedad cubana actual.

Para Lara Crofs, alianzas como esta reflejan la perpetuación de un modelo donde el debate y la creatividad quedan supeditados a los límites marcados por el gobierno. Los artistas que no se pliegan a la narrativa estatal enfrentan bloqueos, expulsiones, e incluso actos de represión, mientras quienes respalden el discurso oficial cuentan con acceso a recursos y reconocimiento.

Lejos de la imagen institucional que se presenta hacia el exterior, la cultura oficialmente promovida en Cuba es criticada cada vez más por estar desvinculada del sentir popular y de las verdaderas demandas sociales del país, denuncia Crofs. En contraposición, creadores y opositores la ven como una plataforma de reproducción de la narrativa estatal y de la censura.

La figura de Liz Cuesta resulta, en este contexto, controversial y poco valorada por buena parte de la comunidad cultural cubana e independiente, convirtiéndose en un símbolo del control estatal sobre la producción artística y reflejando la falta de libertad creativa en la isla. Todo esto ocurre en medio de un clima de preocupación y crecientes denuncias por la censura y las restricciones que limitan el arte libre en Cuba.

Escrito por | Redacción TodoCuba

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