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Muere en Valencia el cineasta cubano Manuel Marzel, voz radical del audiovisual isleño

Manuel Marzel, realizador cubano de profunda impronta en el cine de los años 90, falleció este martes en Valencia, España, a causa de un infarto. La triste noticia, confirmada por el director José Luis Aparicio al DIARIO DE CUBA, ha conmocionado a la comunidad cinematográfica cubana, que llora la partida de una figura rebelde y difícil de encasillar.

Reconocido por su enfoque audaz y rupturista, Marzel contribuyó al audiovisual cubano con una obra que rehusó acomodarse a las directrices políticas y estéticas del mainstream institucional en la isla. Inspirado por movimientos de vanguardia como el dadaísmo, su producción siempre estuvo al margen de los parámetros dictados por el ICAIC, convirtiéndose en símbolo de la resistencia artística y el pensamiento independiente.



Destacan entre sus cortos más influyentes “A Norman McLaren” (1990), “Evidentemente comieron chocolate suizo (último rollo)” (1991) y “La ballena es buena” (1991), piezas que nacieron tanto dentro de la EICTV y el ICAIC como al margen de estas instituciones. Estas obras fueron pioneras al desafiar el realismo tradicional cubano y defender una libertad formal que sólo años después comenzó a ser verdaderamente apreciada.

En tiempos recientes, su filmografía fue remasterizada y proyectada en la segunda edición del Festival de Cine INSTAR, lo que supuso un acto de justicia histórica para un legado muchas veces omitido en el discurso oficialista.

Ante la imposibilidad de expresar su visión en un contexto represivo, Marzel se exilió simbólicamente y físicamente en España, donde prosiguió su vocación creadora. A pesar de su bajo perfil, fue siempre celebrado por colegas y amigos por su honestidad y una coherencia poco común. Tras su muerte, se multiplican los homenajes: el editor Ricardo Acosta compartió un mensaje de despedida lleno de afecto, deseándole “toda la luz” en su nuevo viaje. El cineasta Carlos Lechuga subrayó la perdurabilidad de su obra: “Tus películas están entre lo más alto del cine cubano. Me quedé esperando más. Gracias”.

Uno de los recordatorios más sentidos provino del artista Riccardo Vega Figuerola, quien relató la aparición de un gato en la terraza justo al enterarse de la muerte de Marzel —un signo de libertad que eligió como metáfora para evocar su memoria.

Manuel Marzel deja detrás una obra incómoda, irreverente y visionaria, que invita a la reflexión y mantiene vigente su desafío a convenciones y dogmas. Su legado persiste como testimonio de una rebeldía artística que ni la muerte ha logrado acallar.

Escrito por | Redacción TodoCuba

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