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El arte cubano entre la doble moral y los privilegios que perpetúan al poder

La aparente frontera entre las expresiones artísticas y la política en Cuba vuelve a estar en el foco del debate ciudadano. Muchos sostienen que arte y política deberían permanecer separados, pero a la luz de los acontecimientos actuales, esa separación resulta cada vez más difícil de sostener.



La dualidad se hace evidente en figuras reconocidas del panorama cultural como Zaida del Río, quien puede rendir tributo a líderes del gobierno cubano mediante sus exposiciones y, al mismo tiempo, viajar con frecuencia a Miami y vender obra en dólares, actividades que sólo unos pocos tienen el privilegio de realizar. Tal contexto ilustra, según reportes de la propia prensa oficialista, una brecha de acceso y oportunidades imposible de ignorar para el resto de la población.

Este fenómeno va más allá de simples intereses económicos o vínculos personales: se convierte en un mecanismo que indirectamente contribuye a validar y sostener la estructura de poder en la Isla. Analistas como Mario J. Pentón han señalado que el régimen se nutre del silencio de aquellos que obtienen y disfrutan privilegios, beneficiándose de su falta de denuncia frente a las privaciones que aquejan al pueblo cubano.

El resultado es una legalización tácita de la injusticia a través de gestos cotidianos, desde un boleto aéreo hacia Estados Unidos hasta una transacción en moneda fuerte. Esos actos, aunque parezcan individuales, adquieren una dimensión simbólica que fortalece al sistema, inhibiendo una reacción ciudadana más enérgica y colectiva.

Las redes sociales han servido como termómetro de la reacción pública ante este fenómeno, donde mensajes como “Arte y política = castrismo” o críticas a la «doble moral» ponen de manifiesto el malestar popular ante la incoherencia de los discursos y las prácticas. Algunos usuarios incluso proponen acciones restringidas, como retirar permisos de salida o de entrada, como forma de reparar lo que consideran una injusticia frente al abuso evidente de ciertos beneficios.

La discusión rebasa el plano teórico o estético: es una cuestión ética y de responsabilidad cívica. Defender la neutralidad del arte en contraste con la realidad de Cuba —donde el acceso diferencial a recursos y movimiento se traduce en apoyo involuntario al régimen— deja al descubierto que, bajo las actuales circunstancias, separar ambos terrenos es prácticamente imposible.

Así, la controversia sobre el rol de los artistas en la sociedad cubana se convierte en un llamado a la reflexión sobre complicidad, conciencia ciudadana y las consecuencias prácticas del privilegio ejercido en silencio.

Escrito por | Redacción TodoCuba

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