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Urbay: el pico de oro de la trompeta en Cuba

Mucho debe la música cubana al Maestro Marcos Antonio Urbay Serafín, un hombre que a pesar de sus 90 años, aún sigue entregado a esa pasión que lo consume desde que era un niño, y a la cual ha consagrado la vida entera.



Talentoso, brillante en la ejecución de la trompeta, educador de generaciones de músicos y humilde como el que más, Urbay, como todos lo conocen, hizo carrera en La Habana, aunque por su calidad interpretativa también pudo hacerla en cualquier lugar del mundo, más, como prometió a su padre, después de cautivar a varias generaciones, volvió a su natal Caibarién, tierra donde aún entrega todo cuanto sabe, que no es poco.

Con más de 60 años de labor artística, el Maestro Urbay posee numerosas condecoraciones. A la Distinción por la Cultura Cubana, las medallas Raúl Gómez García y Alejo Carpentier, se suman otras como el Premio Nacional de Cultura Comunitaria, Premio de Honor Cubadisco, y disímiles diplomas por su aporte a la música de la Isla.

Con el objetivo de conocer pormenores de su extensa carrera y de la vida personal del artista, les compartimos esta entrevista desde su casa ubicada en la calle 16, no. 919, donde nos encontramos con esta gloria de la música cubana.

–¿Es cierto que le decían el pico de oro de la trompeta?

–Eso era antes, ya el pico esta medio caído, pero no crea, todavía me pongo y saco buenas notas. Lo decían algunos amigos allá por la década de los años  50 cuando estaba en la orquesta Riverside; en aquel momento la más famosa de Cuba. Parece que era por la calidad de la afinación y lo bello que tocaba. Los músicos de la agrupación pedían que yo hiciera solos con el instrumento, y al parecer les gustaba. Fue así que surgió aquella frase, la cual considero inmerecida porque aquí hubo muy buenos trompetistas.

–Hablando de la Riverside, ¿cómo es que llegó a esa orquesta siendo un músico de provincia?

–Comencé en esa orquesta en 1952. Ya yo estaba en La Habana hacía varios años y recuerdo que un 5 de mayo de ese año yo estaba ensayando en el teatro América con la orquesta Cosmopolita y como a las seis de la tarde llegó el administrador de la Riverside para decirme que querían hacerme una prueba y si estaba de acuerdo debía estar en Tropicana a las 9:30 p.m. Así lo hice y aquella noche toqué varias obras de su repertorio y de todo tipo de género, al igual que otros músicos convocados. Al terminar, me dicen, desde hoy perteneces a esta orquesta, en la cual me mantuve por casi un lustro.

–¿Qué representó esa etapa en su carrera?

–Una escuela. El trabajo musical era de primera. Allí pude compartir con músicos de la talla de Arturo O’ farrill, Bebo Valdés, Pedro Justis, alias Peruchín, que era un pianista fascinante; además de otros también muy buenos. Si supieras, a veces me pongo a pensar en aquella época y se me nubla la vista.

–En su formación musical, ¿qué le debe a su padre?

–A Roberto Urbay Carrillo, mi viejo, le debo todo lo que soy. De él aprendí los rudimentos de la trompeta, la teoría y la práctica. Otros también me enseñaron mucho, como Adolfo Guzmán, Armando Romeu y Julio Gutiérrez, entre algunos músicos brillantes con quienes tuve la dicha de compartir, pero mi padre fue la base.

–¿Se considera un genio de la trompeta?

-No, qué va. De genio nada. Soy un músico normal que le tocó compartir con otros también brillantes como Luis Escalante Preval, natural de Guantánamo, a quien considero el mejor trompetista que ha dado Cuba. Ese no tiene comparación. Además del talento, era muy humilde y no se vanagloriaba de su calidad. Por eso digo que era el mejor en todo.

–¿Qué características debe reunir un buen trompetista?

–Primero dominar la técnica, que comprende varios aspectos como la respiración, la posición del cuerpo, el estudio y el dominio del estacato de la trompeta, de su flexibilidad y después viene el trabajo con la técnica, el cromatismo y otros aspectos. Claro, el talento innato es importante.

Urbay visto por el caricaturista Pedro Méndez, de Melaíto.
–Usted es el creador de una metodología para el estudio de ese instrumento en Cuba, ¿en qué consiste?

–Es un método que ordena el estudio de la trompeta. Por ejemplo, lo primero es el calentamiento labial y el control de la respiración, luego los sonidos largos para la emisión, y así de manera progresiva se debe ir avanzando, para lo cual propuse un algoritmo aún vigente en las escuelas de música del país.

–¿Prefiere la música popular o la clásica?

–Las dos me gustan, claro, si son buenas, cada una con sus particularidades. Pero no te puedo negar que tocar en una buena banda me fascina.

–Referente a la música, ¿qué opinión le merece la que se difunde hoy por los medios y en algunas instalaciones?

–Se difunde mucha música de la peor factura. Ese fenómeno de la comercialización ha llevado a la desaparición de varias bandas muy buenas y al éxodo de músicos extraordinarios hacia agrupaciones de dudosa calidad porque allí pagan mejor. Es algo que debe arreglarse para no sacrificar el futuro. Ahora mismo, en la agrupación que dirijo faltan varios músicos, que se han ido a trabajar para los hoteles en busca de más dinero. Eso me da cierta tristeza.

–¿Es cierto que su otra pasión es la enseñanza?

–Me encanta transmitir conocimientos. Estuve 30 años en la Escuela Nacional de Arte (ENA), en el Instituto Superior de Arte (ISA), en San Alejandro. Enseñar es como sembrar una semilla que luego germinará y dará frutos, unos más dulces que otros, desde luego, pero es una tarea fascinante. Incluso, todavía lo hago a pesar de que voy a cumplir 90 años de edad el venidero mes de octubre.

–Cuando ya no pueda hacer música, ni enseñar, ¿cómo le gustaría que recordaran al Maestro Marcos Urbay?

–Casi todos los días cruzo por el parque del pueblo y allí veo un monumento a Maceo que tiene inscrita una frase de él: «Soy un obrero de la libertad». Yo pienso igual, me considero un simple obrero de la música. Así quiero que me recuerden, como una persona que dedicó toda su vida a esta manifestación artística.

Escrito por | Redacción TodoCuba

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