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Una leyenda cubana sobre el marabú asegura que llegó a la Isla como ¡planta ornamental!

El marabú es el cáncer de los campos de Cuba. Planta prolífera… demasiado prolífera, cubre enormes extensiones de tierra que no pueden ser utilizadas para la agricultura. Por esa razón nadie siente simpatía por el marabú en la Isla. Sin embargo, y curiosamente, cuenta una leyenda que la planta se importó al país con propósito ornamentales.



Según esta historia fue una dama camagüeyana, Doña María Monserrat Canalejos, esposa del ilustre Gaspar Betancourt Cisneros, quien tuvo la peregrina ocurrencia de traer desde Milán, Italia, varias posturitas de la dichosa planta para sembrarlas en los jardines de su finca La Bola, situada en los márgenes del río Tínima, al sur de la villa de Puerto Príncipe. Todo porque a la señora se le antojó que las flores de marabú semejaba las plumas de la cola de una exótica ave africana del mismo nombre.

Lo que no sospechaba la antojada María Monserrat era que la gracia le iba a salir muy cara a ella y a los demás hacendados de la zona, pues en menos de lo que canta un gallo la planta se propagó a patios, jardines y zonas de cultivo de los alrededores como la plaga que es.

Hasta aquí la leyenda camagüeyana de cómo llegó el marabú a estas tierras… pero es todo mentira.

Trabajadores cubanos recogiendo marabú en un campo de la isla

¿Cómo llegó en verdad el marabú a Cuba?

En realidad el marabú no llegó a Cuba de la mano de una aristocrática dama camagüeyana amante de las flores. Su llegada fue mucho menos romántica: vino a bordo de los barcos negreros que transportaban esclavos desde África.

Aseguran los investigadores que el marabú (dichrostachys cinérea) viajó a América a bordo de los barcos negreros en el estómago del ganado que los traficantes llevaban para su alimentación. Nada que las semillas en África entraban por la parte delantera de la vaca y en el nuevo mundo salían por la parte de atrás ya fertilizadas y listas para crecer y multiplicarse como Dios manda.

Luego los rumiantes de la Isla se comían las plantitas y los hacendados criollos que no tenían mucha idea del manejo de las plagas y las especies invasoras trasladaban el ganado de una hacienda a otra inocentemente, ayudando de esa forma a que el marabú se extendiera desde el Cabo de San Antonio hasta la Punta de Maisí.

Por tanto, aunque Doña María Monserrat ha pasado a la historia como la gran culpable de introducir en Cuba el cáncer que ha destruido sus tierras de labranza, esta infeliz mujer es inocente de todo cargo. De hecho las plantsa que sembró en los paradisíacos jardines de su finca La Bola no eran ni siquiera marabú. Se trataba en realidad de la Tamarix gallica, muy parecida en aspecto, pero de origen europeo y que nada tiene que ver con la planta africana que tanto fastidia a los campesinos cubanos.

 

Escrito por | Redacción TodoCuba

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