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Un asesinato casi perfecto en la Cuba de ayer

En la época de la colonia española, en lo que fuera la Villa de Santa Clara es donde se centran los hechos narrados hoy.



Según la persona que recogió los datos de esta historia, los nombres de los protagonistas nunca se mantuvieron en el recuerdo popular.

Todo comenzó con una pelea. No se sabe si fue por cuestión de mujeres, dinero, maltratos. Lo que sí fue de conocimiento popular fue la venganza, por parte del ofendido, que vino después de dicho suceso. Este mantuvo su vida normal, y aparentó que todo estaba bien, más en su mente solo existía el pensamiento de la revancha, y de la muerte.

El hombre lo tenía todo pensado y calculado para lograr salirse con la suya y que nadie sospechara que había sido el culpable. Bajo la justificación de negocios y trabajos decidió mudarse para Santa María del Puerto Príncipe, conocido en la actualidad como Camagüey. Su futura víctima, seguiría viviendo en Santa Clara.

En esos tiempos viajar de una Villa a la otra llevaría casi una semana de viaje a caballo, entre la ida y la vuelta y sin interrupciones del viaje.

Debido al dinero que utilizó para llevar a cabo su empresa se rodeó de varios cómplices, los cuales le tendrían preparados en varios tramos caballos frescos y rápidos, que le harían ir y virar antes de lo que hubiera sido normalmente.

Cuenta la historia que al rededor de las 10 de la noche fue visto el hombre saliendo de Camagüey, muy rápido y apurado, cambiando de caballos en los lugares que habían sido acordados. En menos de tres día logró estar en Santa Clara por lo que su plan estaba saliendo como el lo planificara, ya que estaría de regreso antes de lo que se esperaría y no sería considerado entre los sospechosos.

La lluvia, que parecía ayudarlo, le ayudó a mantener invisible el arma que era llevada bajo un largo capote. Fue hasta un solar vasío que se encontraba justo frente a la casa de su futura víctima y ahí se quedó a esperarlo. El asesino se preparó para disparar justo en el momento que vio la figura de su rival parado en el umbral de la puerta. Luego de apretar el gatillo vio como, entre el humo producido por la pólvora, caía al suelo su víctima. Mientras iba a realizar el viaje de regreso sonreía, por haber realizado un crimen perfecto.

Había tenido su venganza, y no sería culpado ya que tendría la coartada perfecta. Tendría como testigos a sus vecinos, los cuales dirían que había estado ausente durante cinco días, los cuales no serían suficientes para haber ido y regresado a Santa Clara.

Sería la voluntad de Dios que el asesino no contara con la presencia de un pozo sin brocal que escondido entre la hierba, lo haría caer hasta el fondo. Al otro días sería sacado de las profundidades del pozo por los vecinos del lugar el asesino, quien había perdido la posibilidad de tener una buena coartada.

Así fue que muchos años después de este hecho, en una fonda que se encontraría en el lugar donde años más tarde se edificaría el Hotel Santa Clara, existiría un museo de cera, y dentro de las figuras que en él se exhibían se encontraba la figura del hombre con largo capote y asomando bajo este había una pistola.

Escrito por | Redacción TodoCuba

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