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¡Esto solo pasa en Cuba!

La rutina en la que el cubano se desenvuelve es generalmente jocosa, su cotidianeidad, que no necesariamente está poblada de buenos acontecimientos y resulta difícil la mayoría de las veces, lejos de derrotarlo lo hacen crecerse, porque el cubano es dueño de un optimismo nato, de una audacia creciente, de una picardía única, que lo hacen acometer obras, que a los ojos de otros parecen imposibles, que hacen que el cubano sea protagonista de historias únicas, cosas que ¡solo pasan en Cuba!



Hace algunos años, por allá por el año 2000 se hizo en Cuba un censo poblacional para determinar la cantidad real de asistenciados por el gobierno, y de paso revisar los posibles casos sociales que no habían sido detectados y por tanto no recibían ayuda.

Para llevar a cabo la tarea se movilizó la fuerza estudiantil de las universidades del país, de manera tal que los jóvenes cubrirían casi la totalidad del territorio nacional en poco más de una semana, ¿y quién mejor que los jóvenes?, impetuosos y sagaces, capaces de llegar a cualquier rincón.

A nosotros nos tocó cubrir parte de la periferia de la ciudad de Santa Clara, los barrios marginales, o ¡llega y pon!, como también se les conoce, así que nos juntamos en un grupo de tres para ayudarnos, pues es común que estos barrios se encuentren sobre poblados, a pesar del lamentable estado de sus viviendas.

Estábamos cubriendo el Condado, habíamos caminado cerca de seis kilómetros cuando llegamos un solar, era el último del día, pues realmente estábamos agotados. Nos dispersamos para cubrir varias casas al mismo tiempo, a mí me tocó una en los bajos, donde una mujer, de más o menos veinte años, había dado a luz.

Me recibió con agrado, contestó dispuesta cada una de las preguntas, así que llenar planillas fue fácil, el niño, desde su cuna no paraba de llorar, por eso la entrevista fue corta, y aun cuando había terminado, quise ser amable y le pregunté.

  • ¿Es niña o niño?
  • Varón- contestó
  • Está gordito- dije sonriente- ¿cuánto pesa?

La mujer tomó al niño entre sus brazos y salió al patio del solar. ¡Jabao!, ¡Jabao!, comenzó a gritar hasta que alguien respondió desde la calle

  • ¡Dime!
  • ¿Cuánto pesa el niño?
  • ¡Veinticinco libras!

La mujer se volvió hacia mí y respondió amable

  • Veinticinco libras
  • ¿El Jabao es el padre del niño?- pregunté por alguna razón
  • No- dijo la mujer con toda naturalidad- El Jabao es uno que vende puerco, ¡pero tiene un ojooooooo!, así que si el Jabao dice que el niño tiene veinticinco libras, ¡ponle el cuño!, ¡que tiene veinticinco libras!

Esto solo pasa en Cuba, porque solamente el cubano es quien ríe cuando otros lloran, es quien piensa en cosas como estas para adornar su vida, y le aseguro que da resultado.

Escrito por | Redacción TodoCuba

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