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Las hayacas sanluiseras: una tradición que ha trascendido los límites de una demarcación geográfica

«Coge tu hayaca aquí, la buena hayaca de San Luis, las traigo bien calenticas, no las deje de probar y pierdas la oportunidad, de degustar y comer lo que hice con maíz, tu hayaquita de San Luis, pruébala ahora y verás, no te vas a arrepentir».



Mientras se escucha el pregón y se afinan todos los sentidos para no equivocarse, el estómago recuerda que es mediodía. Todas las hayacas (conocidas popularmente como tamales) se parecen a primera vista, pero las que provienen del municipio San Luis, son únicas en este mundo.

La fama de las hayacas sanluiseras ha trascendido los límites de una demarcación geográfica, para convertirse en el sello de la cultura culinaria de un pueblo y en el sabor de una tradición que se remonta a varias generaciones.

La hayaca de San Luis no se asemeja a ninguna otra en este vasto mundo y presume por tener la mejor mezcla de sabores en la textura de su masa, gracias a la maestría de los pobladores de este municipio que han aprendido a cómo hacer convivir en una sola degustación al azúcar, la sal, el sofrito de ajo, empellas de cerdo, chicharrones, cebolla y otras especias.

Su sabor es tan distintivo que ha servido de inspiración hasta al mismísimo Cándido Fabré, oriundo de la zona de Carretera al Cementerio, una de las más tradicionales en la elaboración de hayacas, quien inmortalizó la tradición sanluisera con su «Canción al Hayaquero», popularizando en acordes de son un estribillo basado en el pregón tradicional.

La producción de las hayacas sanluiseras alcanza su apogeo en dos ciclos, el primero comienza el 19 de marzo cuando rompe la primavera y el otro ciclo comienza en agosto, por tanto son dos cosechas al año y cuando las lluvias son favorables, una cosecha empata con la otra sin dificultad, separadas solo por tres meses de siembra, que convierten las áreas limítrofes de la zona urbana del territorio, en un gigantesco campo de maíz.

El proceso de preparación no es un secreto ni mucho menos, los sanluiseros lo comparten, conocedores de que solo ellos les saben dar ese punto distintivo que tanta fama y adeptos a ganado para el territorio y que provoca que muchas personas no coman hayacas si no son de San Luis.

Primero se deshoja el maíz, mucho mejor si proviene de San Felipe, Carretera al Cementerio o algunas zonas aledañas al antiguo Central Unión, se apartan las mejores hojas y las otras se utilizan para las amarras, seguidamente se separan los granos de la tuza, con cortes de cuchillo de arriba hacia abajo.

Luego se procede a moler y cuando está lista la masa, es que los sanluiseros hacen de sus tamales un acto de magia, añadiendo ingredientes de todo tipo, hasta alcanzar el sabor deseado y envolviéndolas en dos hojas obtenidas del mismo maíz que al doblarse son amarradas con tiras.

Cuando toda la masa está envasada, comienzan a depositarse en un caldero de agua tibia, puesto preferiblemente en un fogón de leña, hecho con tres piedras sobre la tierra en el piso. Se tapa y cuarenta minutos después, son sacadas e invertidas, unas para abajo y otras para arriba dentro del caldero y ya está; hayacas al más puro estilo sanluisero.

Las hayacas no pueden ser de otro lugar, por el sabor descubro la historia de un pueblo que hace magia del deleite de una tradición, que les ha ganado merecidamente un lugar en el mundo, es mediodía y mi estómago percibe que es Tamal, pero sabe muy bien y más cuando es de San Luis.

Escrito por | Redacción TodoCuba

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