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La increíble historia del cubano que caminó 32 kilómetros bajo lluvia de balas para estar con su familia.

Pedro Ernesto Herculano Gil Pérez, natural de Fomento fue el menor de cinco hermanos, nació en 1926, cuando el famoso ciclón azotaba el poblado, en una casa de madera, cuya fortaleza era de dudar, pero afortunadamente la casa resistió y el niño nació sin mayores complicaciones. Años más tarde, cuando su madre contaba sobre aquel día, terminaba diciendo: ¡Y el ciclón del 26 andando!, ¡Y Pedrito naciendo!



De niño rara vez fue a la escuela, trabajó como limpiabotas, haciendo encargos…ayudando a la economía de la familia, mientras su madre se dedicaba a lavar y planchar para la calle, años más tarde aprendió en Santa Clara el oficio de Dulcero, llegando a tener su propia dulcería “El 20 de mayo”. Luego, tras la muerte de su cuñado, vende su dulcería y se traslada a Placetas, para hacerse cargo de la dulcería de este, y de la crianza de sus dos sobrinos adolescentes, mientras junto a su esposa, iniciaba una hermosa familia donde Pedro era el padre de cuatro hermosas niñas.

En diciembre del 59, Cuba estaba revuelta, el ejército rebelde había llegado a Villa Clara, muchos negocios estaban cerrados, los villaclareños se habían recogido en sus casas, pero Pedro era un hombre de trabajo, y como todas las mañanas se fue en su carro a Placetas y abrió la dulcería. Dos horas más tarde supo, que el ejército rebelde iba a tomar Santa Clara.

Temiendo por las vidas de su esposa y sus hijas Pedro cerró la dulcería, tomó entre sus cosas, una foto suya con los rebeldes, pues, aunque no era un hombre de política, tiempo atrás había colaborado con ellos. Se montó en el auto para volver a casa, pero a la salida de Placetas los soldados de Batista lo detuvieron, lo registraron y no lo dejaron continuar, pero Pedro era un hombre resuelto, dejó el carro a un lado y decidió continuar caminando.

Caminó por la cuneta, a la orilla de la carretera central, bajo el sol, temiendo ser el blanco de una bala perdida. Lo detuvieron en Falcón, lo volvieron a revisar, tenía los pies hinchados, sentía fatiga por el agotamiento, pero aun así continuó caminando.

Luego de haber recorrido treinta y dos kilómetros llegó a su casa en la madrugada y se dejó caer en el suelo cuando vió a todos bien, sus hijas buscaron paños para limpiarlo y curarle las ampollas, los pies le sangraban, estaban entumecidos, pero Pedro estaba feliz.

Su esposa le quitó los zapatos y los llevó al patio para lavarlos y notó en el interior de uno de ellos algo raro, lo revisó y sacó de su interior, toda ensangrentada, una foto de él con los rebeldes.

Pedro Ernesto aún vive, tiene noventa años y una hermosa familia.

Escrito por | Redacción TodoCuba

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