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La historia desconocida del Capitolio Parte 1: De la ciénaga a la Estación de Villanueva

Hoy en proceso de restauración El Capitolio habanero es uno de los símbolos arquitectónicos que identifica a Cuba en el panorama fotográfico mundial. Desde que era pequeño siempre escuche que tirarse una foto en El Capitolio era cosa de guajiros, pero yo, cepa de puro habanero, me tome la mía una vez. Esto vino desde años que ya quedan en la memoria, cuando todos los visitantes que venían del interior del país a la capital, la mejor forma que tenían de demostrar su visita era tomarse una foto frente a la escalinata del majestuoso edificio. La cosa es que no siempre fue así, y donde hoy se alza lo que fuese el primer edificio monumental de la Republica era uno de los terrenos más humildes y apartados de la antigua Habana.



Postal con la imagen del Jardín Botánico de La Habana

 

La Habana, entonces protegida por solidas murallas, utilizaba ese espacio legañoso de gran extensión para que los vecinos de la naciente urbe arrojaran las basuras, desperdicios y los desechos de la ciudad. Esta área se encontraba en la zona de extramuros (fuera del muralla que protegía toda la ciudad) por tanto el cuidado de la sanidad era de menor importancia. Esto provocó, por una especie de acierto de la naturaleza, que la acumulación y sedimentación de los materiales que se arrojaban contribuyeran a la sequía y consolidación de los terrenos pantanosos. Ese proceso natural, unido a los trabajos realizados en el lugar, terminó por convertirse en el primer Jardín Botánico que tuvo la ciudad de La Habana.

Estación de Villanueva en el año 1899 aun en pleno funcionamiento
Fachada del edificio principal de la Estación de Villanueva

 

Lo que fuese un hacinamiento de desperdicios y basuras se convirtió, por la intervención de la Sociedad Económica de Amigos del País, en un lugar de instrucción y recreo bajo el ambicioso nombre de Jardín Botánico. Y digo ambicioso porque realmente se trataba de un variado y modesto huerto, eso sí con una riqueza de especies florales que servían como deleite para los sentidos de sus visitantes, siendo así el primer centro de estudios botánicos que se creaba en La Habana. Atravesado de este a oeste por la Zanja Real, se construyó sobre ella un pequeño puente, y estatuas que simbolizaban las cuatro estaciones adornaban el pórtico del jardín. Era tanto el interés que se tenía en desarrollarlo que se importaron arboles de la Florida y se impuso un impuesto a los buques que entraban en el puerto habanero que contribuía económicamente al sostenimientos del jardín. Este oasis botánico solo sobrevivió menos de 15 años porque a mediados de 1831 el terreno en que estaba situado fue vendido por la cantidad de $169 127 para la construcción de un edificio destinado a albergar el paradero central ferroviario de la Villa de San Cristóbal, la Estación de Villanueva.

Estación de Villanueva en el año 1908 en los últimos años de labor

 

Destrucción de la Estación de Villanueva para comenzar las obras de El Capitolio

 

La concesión de la nueva estación fue a virtud de Don Claudio Martínez de Pinillos, Conde de Villanueva, y se comenzó su construcción en el año 1834. Todas las plantas y arbustos del Jardín Botánico se trasladaron a lo que hoy se conoce como Quinta de los Molinos. Los trabajos continuaron con el ritmo que caracterizaba los tiempos que corrían y que eran por lo natural bastante lentos. Ya en 1837 las líneas férreas llegaban hasta Bejucal y apenas un año después a Güines. Un segundo tramo fue inaugurado en 1840 y recorría la distancia que separaba La Habana de Cárdenas. Lo que fuese el más importante centro ferroviario de la ciudad de La Habana, y sede de todos los servicios de carga y transporte de pasajeros de la empresa Ferrocarriles Unidos de La Habana, estuvo en funcionamiento hasta 1910 cuando se decidió por el Congreso de la Republica canjear los terrenos que ocupaba por los de la actual Estación de Ferrocarriles de La Habana, cerca de la Avenida del Puerto. Esto se debió a que la construcción de la Estación de Villanueva, vieja y ruidosa, afectaba la elegancia de una gran ciudad que iba creciendo, convirtiendo en inadecuada y anacrónica. Desde ese momento la historia se vuelve una locura, donde magníficos proyectos compartieron la realidad hasta con una montaña rusa en donde terminaría por esta El Capitolio.

Escrito por | Redacción TodoCuba

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