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Huellas del piropo musical en Cuba

Según cuenta la historia, la palabra piropo es de origen griego: pyropus, que significa rojo fuego. Los romanos la tomaron y usaron para clasificar piedras finas llamadas granates, de color rojo rubí.



El rubí simbolizaba al corazón, y era la piedra obsequiada por los galanes a las doncellas que pretendían.

Sin embargo, el uso del piropo como  cumplido o halago, parece haber nacido  en España, adonde se trasladó la expresión con la conquista romana en el Siglo II de NE.

El romancero viejo castellano está repleto de esas frases galantes y amorosas. Fueron sus voces más audibles los maestros Luis de Góngora y Francisco de Quevedo.

Don  Juan Tenorio ─el de Juan de José Zorrilla─ es tenido como el galanteador por antonomasia, con aquella célebre declaración a Doña Inés, al llamarla  «(…) ángel de amor».

Con el tiempo, y con la Conquista y la Colonización española, llegó el piropo a la Mayor de las Antillas. Aquí registró el proceso de criollización inherente al fenómeno de transculturación que dio cima a la nacionalidad cubana.

Este lance romántico y pícaro se consolidó  en la Isla  a través de la oralidad popular y  la cancionista cubanas. Cuando se repasan las más hermosas páginas escritas y cantadas por los trovadores de aquella fecha, se encuentran breves cláusulas musicales  que son verdaderos y majestuosos piropos.

Paradigmática y antológica es la expresión del trinomio autoral de José Fornaris, Francisco Castillo y Carlos Manuel de Céspedes, quienes en “La Bayamesa” describen a una gentil y agraciada joven como «(…)sol refulgente  y risueño».

También la de  Sindo Garay, el Faraón de la música cubana, al decirle  a la amada: «La luz que en tus ojos arde /si los abres amanece /cuando los cierras parece /que va muriendo la tarde».

La tradición del piropo musical continúa con otros grandes de la trova como Eliseo Grenet, con giros imaginativos y sugerentes. En “Las perlas de tu boca” detalla los dientes de la mujer amada como «perlas» y a su boca «(…)lindo estuche de peluches rojos».

En esta sucinta relatoría del piropo musical cubano, resulta imprescindible mencionar a Manuel Corona, el cantor por excelencia de la fémina cubana y a aquella mujer seductora, Longina, que le hablaba con «(…)el  lenguaje misterioso» de sus ojos, (…)tan dulce y angelical», a la que reverenció por «(…)su cuerpo orlado de belleza» y la  «boca de concha nacarada».

Los cultivadores del filin heredaron esa expresión galante, aunque ajustando su lenguaje a la contemporaneidad. En lugar de perlas, orlas y nácares, emplearon giros menos retóricos y no por ellos faltos de hermosura,  como hizo José Antonio Méndez al cantarle a unos «(…)ojazos negros de un raro fulgor». (“La gloria eres tú”).

El Movimiento de la Nueva Trova enriqueció el acervo con momentos significativos y el aporte de frases como «(…)me abres el pecho siempre que me colmas /de amores» (Pablo Milanés: “Yolanda”); o al decir: «Todo se vuelve a inventar, si lo comparto contigo» (Silvio Rodríguez: “Te conozco”).

Los novísimos de los años ochenta también hicieron lo suyo, como aquel que pidió «(…)nunca me niegues corazón /el fuego de tus sentimientos /ese es el suelo fértil donde anida mi canción» (Gerardo Alfonso: “Inusitada como flor del desierto”);  o aquel que confesó «(…)solo tú puedes traer el sol» (Carlos Varela: “Solo tu”)

En los últimos tiempos algunas tendencias musicales de moda han desfigurado en algo esta práctica, al incitar a la desmesura y a la violencia verbal. A ellos se anteponen otros creadores que hacen honor a la tradición de la canción romántica  y escriben textos como este: «(…)ella es más bella que una luna desnuda. De una orilla a otra es el mar que me inunda» (Descemer Bueno: “Ella”).

Escrito por | Redacción TodoCuba

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