Historia cubanas: dos increíbles confusiones…

domingo, 21 de mayo de 2017

Esta historia ocurrió en Güines allá por el año 1957. En una de los extremos del pueblo, con salida o entrada, hacia o desde Melena del Sur, radicaba uno de los establecimientos más grandes de ventas, la bodega de Pedro Álvarez (su dueño) o La Quinta (así llamaban al reparto donde se enclavaba).

Un día por algún motivo que no se esclarece, el lugar no estaba abierto al público y un desconocido llegó a la cercana casa donde habitaba la familia Álvarez.

A juzgar por la pinta, era un hombre pobre. Un trajecillo algo raído por el evidente uso, un sombrerillo de tres por cuarto y nada que enunciara elegancia o riqueza. Definitivamente, era un pordiosero o mendicante, uno de tantos consumido por la necesidad, que solamente deseaba una limosna.

Así pensó la esposa de Pedro Álvarez cuando vio la facha del individuo al abrir la puerta.

• “¡Hoy estamos cerrados y no damos limosna!”.

Anunció la doña quien seguramente tenía importantes cosas que hacer, pero la respuesta de aquel señor de seguro la sorprendió.

• “¡Buenos días señora! Yo no vengo a pedir limosna. Yo vengo a comprarle el establecimiento a su marido.

La otra historia sucedió en una peluquería de la capital. Su dueño, Pablo, había iniciado sus trabajos atendiendo a las criaditas de la gran burguesía. Gustaron tanto los arreglos, cortes y peinados a las señoras que las sirvientas necesitaron los servicios de otro peluquero.

Bobería… allí se reunían las Gelats, las Johnson, etcétera…

En una ocasión mi tía, que era a su vez sobrina del tal Pablo y trabajaba allí como manicura, atendió a la señora del famoso vendedor de cigarros Trinidad (esta marca se anunciaba como Trinidad y Hermanos).

• “¡Ay! Pero si Ud. es la señora de Trinidad y hermanos” – dijo mi tía –.
• “Bueno de Trinidad sí, pero de los hermanos no” – aclaró sonriente la señora –.

Por: Maikel Mederos Fiallo.