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Emma Otero: la historia de una destacada soprano de Cuba

Emma Otero López nació en Jovellanos, Matanzas, en 1907.  Junto con su familia, se radicó en La Habana en la adolescencia. Hizo sus estudios musicales y de canto en el Conservatorio Nacional de Música, donde tuvo, entre otros profesores, al director del plantel: Hubert de Blanck. Según se afirmó el 1º de diciembre de 1932 en el diario El Mundo, a los 18 años de edad era ya reconocida «[…] como una verdadera sensación en el campo de las sopranos líricas por la belleza y flexibilidad de su voz, así como por su notable registro».



El intelectual Diego Vicente Tejera la presentó en el Liceo de Matanzas y poco después actuó en la sala Espadero para los socios de Pro-Arte Musical. Tras escucharla Beniamino Gigli en Cuba, en 1926, la instó a partir hacia Nueva York para realizar estudios de perfeccionamiento con Enrico Rosatti, quien tanto influyó en la formación del famoso tenor italiano, y pensionada por el gobierno de Gerardo Machado, viajó a Estados Unidos para seguir las indicaciones de Gigli. Transcurrida una parte de sus clases con Rossati, se produjo en 1928 el debut formal de la Otero en el neoyorquino Rubinstein Club. Después cantó en el Carnegie Hall y en Town Hall, así como en escenarios de Filadelfia y Atlantic City, entre otras ciudades.

Aprovechando una etapa de descanso en la capital cubana, se incorporó a la última compañía que presentó en La Habana el empresario Adolfo Bracale, la cual debutó en el teatro Nacional con La Gioconda, el 7 de mayo de 1929. Trece días después ofreció un concierto de gala en el Capitolio Nacional, acompañada por el pianista y compositor Frank La Forge y la Orquesta Sinfónica de La Habana, bajo la batuta de Roig, en el que interpretó piezas de Rossini, Giannini, Schumann, Donizetti, La Forge, Chaikovski y de los cubanos Eduardo Sánchez de Fuentes y Ernesto Lecuona.

Volvió a Nueva York y terminó su curso con Rosatti. Después llevó a cabo importantes conciertos en Italia, Francia y España. De retorno a Estados Unidos fijó definitivamente su residencia en ese país. El 27 de diciembre de 1932 actuó en el Salón de las Américas, de la Unión Panamericana, donde estrenó Yo sé de un beso, exquisito lied de Sánchez de Fuentes, secundada por la United Service Orchestra, en ocasión de celebrarse en Washington una convención de profesores de música. En el decenio de los años cuarenta aún hacía recitales y participaba en programas de la NBC esta soprano cubana que, de acuerdo con otras opiniones incluidas en el mencionado rotativo habanero, poseía «[…] un encanto natural, un sentido dramático y una cualidad emotiva sobremanera impresionantes».

Escrito por | Redacción TodoCuba

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