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Crímenes sensacionales ocurridos en La Habana antes de 1959

¿Cuáles son los hechos de sangre más sensacionales que se registran en la historia de Cuba? ¿Quiénes han sido los criminales más célebres? Sin un estricto orden cronológico, sintetizamos en esta página algunos de esos sucesos.



En primer lugar cabe mencionar a Carlos Ayala. Secuestraba, en tiempos de la Colonia, a bellas mujeres bayamesas para atormentarlas en un potro que, en el interior de una cueva cercana a la ciudad de Bayamo, construyó en el tronco de un árbol.

El asesinato de los esposos Micaela Rebollo y Domingo Sañudo, vecinos de Inquisidor 19, conmovió a La Habana colonial. Fueron muertos a hachazos y nunca se encontró al culpable. Se sospechó que el asesino fue alguien que gozaba de la confianza de las víctimas, que atendían a los visitantes a través de una reja y no les daban acceso a desconocidos. En un primer momento la Policía detuvo a uno de los yernos del matrimonio, que luego quedó en libertad. Micaela y Domingo son los abuelos maternos de la poetisa Dulce María Loynaz y poseían 102 casas en la ciudad, que daban en alquiler. Parte de su fortuna, contaba Dulce María, paró en manos de las autoridades, no solo por lo que sustrajeron de la casa en el primer momento, sino por lo que quedó confiscado y nunca devolvieron.

El robo fue el móvil de la muerte de Florencio Camporro, propietario de la casa de empeños El Pensamiento, sita en la calle Sol 93. Los asesinos, Antonio Padilla y Domingo Betancourt, pagaron en el garrote su culpa.

También el robo parece haber sido la causa de las muertes de Benito Méndez Fernández y Benito Rodríguez Pérez, dos sujetos avaros y egoístas residentes ambos en una casa de la calle Facciolo, en Regla, y que eran conocidos como Benitón y Benitín, apelativos de los que se valió la prensa para dar nombre al caso. En el llamado crimen de La Osa, la occisa fue una mujer cuya identidad nunca se supo.

Conmovió también a la opinión pública el caso de Celia Margarita Mena, la Descuartizada, muerta y desmembrada por su amante, el policía René Hidalgo, en una habitación de la azotea del edificio Larrea, en la Calzada de Monte 969, entre Pila y Matadero.

Ernesto Castilla salió a la calle San Ramón, en el reparto Jacomino, auxiliando a una mujer que se oprimía el pecho con las manos. ¡Me la han matado, ayúdenme!, gritaba. Los vecinos lo ayudaron a conducirla a la casa de socorros de San Miguel del Padrón, donde el médico de guardia apreció en su cuerpo cuatro heridas producidas por arma de fuego y dispuso su remisión al hospital Calixto García. En esa casa de salud, Emelina Miranda dejó de existir tras recibir los primeros cuidados.

Escrito por | Redacción TodoCuba

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