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¿Cómo conversamos los cubanos?

Los cubanos, como muchos de seguro hemos afirmado más de una vez, somos un tipo de pueblo de características peculiares en lo que a relaciones humanas se refiere y este supuesto es abarcador de un elevado número de conductas que marcan las relaciones humanas entre cubanos y por qué no, entre compatriotas y visitantes de otras latitudes del planeta.



Pero en especial, quiero referirme a un aspecto muy llamativo dentro de los rasgos que nos distinguen en la comunicación verbal, y es la facilidad de proponer o ser parte de la propuesta de un diálogo que se entabla de forma súbita en los más diversos escenarios de la cotidianeidad, sin que sea condición obligada (pues casi nunca lo es) conocer al interlocutor o que este nos conozca a nosotros.

Basta con llegar a la parada de un ómnibus y encontrar allí a una persona, preferiblemente adulta, para una vez instalado en el banco más próximo, quedar expuesto a las más diversas formas de interrogación, o ser receptor de las confesiones más insospechadas relativas a la vida privada de su inesperado (a) compañero(a). Lo mismo se puede uno enterar de las desdichas de la familia ajena, de los cuernos de Bartolo, de los dolores de Lola o del cumpleaños de un niño al que nunca has visto, sin hablar de las confesiones a media voz capaces de articular el final de una telenovela.

Existen espacios muy diversos para esa comunicatividad prolífera, pero a la ya citada parada de la guagua, le siguen por la incidencia del tema: los ascensores y los pasajeros temporales recogidos en la vía de forma solidaria mientras damos la necesaria “botella”, en el caso de los ascensores el diálogo es breve pero casi de forma obligada sale a relucir nuestro clima ¿Quién no ha escuchado, mientras espera el piso donde descender, la clásica afirmación “oiga qué calor está haciendo y …”? porque en cuanto al frío es tan poco usual que no amerita un “comentario de ascensor”, es como si fuera cuestión obligada hacerle un culto a la temperatura justamente en esa diminuto lugar.

En el auto, de aquellos que nunca olvidan la solidaridad con el prójimo, sucede algo parecido cuando el compatriota sube y se acomoda, casi sin excepción y luego de dar las gracias, se apresura a narrar con brevedad algún avatar de su jornada o las posibles causas de la derrota en el beisbol o lo difícil que resulta encontrar algún producto que necesita o hasta la anécdota más inverosímil sobre su trabajo o sobre no se sabe qué pariente que anda por no se sabe dónde.

La realidad es que esa conexión espontánea que se produce entre nosotros, los cubanos, no es cosa común en otras idiosincrasias o culturas, es también un producto de la solidaridad tradicional que se reforzó y alcanzó niveles superiores después del triunfo revolucionario que hizo saltar en pedazos muchas barreras sociales.

Por tanto, esté siempre preparado para conversar y no se asombre de los temas que esa puede ser también la puerta para una nueva amistad larga y duradera.

Escrito por | Redacción TodoCuba

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