Conoce la curiosa historia de la diócesis que casi se estableció en Baracoa y el obispo que nunca llegó

sábado, 17 de febrero de 2018

Desde el inició mismo de la colonización de Cuba los conquistadores españoles, que eran hombres que vivían por la espada pero también por la cruz, levantaron iglesias en todas las villas que fundaron. En 1515 ya existían en la Isla siete templos católicos, uno en cada una de las siete primeras villas establecidas, Baracoa, Bayamo, Trinidad, Sancti Spíritus, Puerto Príncipe, La Habana y Santiago. El Adelantado Diego Velázquez juzgó  entonces necesario solicitar al rey el establecimiento de una diócesis en Cuba y el envío de un obispo.

Carlos I, que reinaba en España, atendió su pedido y solicitó al Papa León X la creación de la diócesis de Cuba. Para complacer a su católica majestad el Sumo Pontífice emitió una bula el 11 de febrero de 1517 por la cual creaba la susodicha diócesis de Cuba, fijando como sede la primera villa fundada por Diego Velázquez, Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa.

Como primer obispo su Santidad designó al dominico Juan de White Hoose, natural de Flandes; sin embargo, antes de que este tomara posesión de su nueva dignidad el rey pidió al nuevo Papa Adriano VI el traslado de la sede episcopal a Santiago de Cuba, entonces capital de Cuba, pues Baracoa se reducía, básicamente a un poblado de indios sin casi presencia española. Roma accedió de inmediato y colocó la nueva diócesis de Santiago bajo el patrocinio del Apóstol Santiago.

Pero el obispo White no mostró ningún entusiasmo en trasladarse a su nueva diócesis, de hecho hizo la erección canónica de la nueva catedral de Santiago de Cuba desde Vallodolid en 1523 y designó las dignidades del Cabildo, pero nunca puso un pie en la Isla.

Dos años después renunció como obispo de Cuba y se marchó a vivir a Francia para ocupar el cargo de limosnero mayor, capellán y confesor de la reina, posiciones mucho menos dignas dentro de la jerarquía eclesiásticas, pero mucho más rentables sin duda.