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Se oye el rumor de un pregonar que dice así: El yerberito llegó…

Los yerberos en Cuba son de los cuentapropistas que han tenido licencia desde hace más de un siglo, por el servicio que brindaban en los tiempos de la Republica, aunque no eran reconocidos oficialmente, si estaban sujetos al pago de impuestos. La mayoría de estos negocios eran ambulantes, recorrían con sus carretillas los barrios de La Habana y sus mazos de yerbas no pasaban de 10 o 15 centavos. Estos yerberos, en sus mejores tiempos, eran considerados como una especie de boticarios curanderos por el amplio conocimiento de las virtudes de cada planta. El yerbero conocía al dedillo todas las virtudes de las plantas: el cundeamor para los males del estómago, el bejuco-ubí para el catarro, el romerillo para los riñones y la güira para la bronquitis, sin olvidarse de la escoba amarga, imprescindible para la «limpieza» y toda la extensa gama que integra nuestra flora.



Fotografía de un yerbero ambulante en la década de 1930 en las calles habaneras.

 

En 1958 hubo en el país una epidemia o “gripe asiática”, que los cubanos llamaron La Cariñosa. La falta de medicamentos y el precio de estos, según recoge la prensa de la época, obligaron a la población a acudir diariamente a las yerberas en busca de remedios para curar la enfermedad. En La Habana existían cerca de ochenta yerberos reconocidos y obtenían sus géneros de cultivos de todos los sitios de país. Los puestos fijos siempre eran casetas bien ventiladas, con toldos de lona para protegerlas del sol y permanecían nutridas de yerbas de toda clase sin que faltase en cualquier rincón un haz de troncos, un ramillete de flores silvestres o un saco de cáscaras resecas quitadas a algún raro árbol.

Surtido puesto de yerbas en un mercado habanero antes de 1959.

 

En un inicio la venta fue ambulante y se realizaba trasladando las plantas en tableros equiláteros o canastas, llevados sobre la cabeza y equilibrados con un rodete de fibras naturales o tejido textil. Después usaron la carretilla de madera, con ella los yerberos recorrían los diferentes barrios y plazas comerciales de La Habana, e iban pregonando, al igual que otros vendedores, las yerbas con graciosos y contagiosos pregones, que describían los usos y propiedades de las plantas. Por último, durante la primera mitad del siglo XX, se impuso la venta en puestos fijos y hasta por encargo, formas de venta que han trascendido hasta nuestros días.

El Mercado o Plaza del Espíritu Santo en La Habana Vieja era uno de los lugares donde se concentraban los yerberos a ofrecer sus productos.

 

El pregón —práctica utilizada para vender toda clase de mercancías por las calles— fue un recurso que siempre acompañó a los vendedores ambulantes desde la época colonial y entre estos los yerberos. Con los pregones, estos anunciaban las plantas en venta para estimular a los compradores. Ellos sirvieron de inspiración a Néstor Milí para escribir El yerbero moderno, pregón de fama internacional, inmortalizado por la intérprete cubana Celia Cruz en la década de los años cincuenta del siglo pasado.

En la actualidad los puestos de yerbas sobreviven en muchos barrios habaneros.

 

En la actualidad estas pequeñas boticas sobreviven pero hoy con un carácter un poco más religioso popular. Ya la medicina moderna ha venido a sustituir en gran parte el uso de los yerberos y su medicina natural, aunque todavía abundan en muchas zonas de la capital los carteles anunciando sus puestos de venta. Su uso, aunque en ocasiones medicinales, ha venido a suplir las necesidades de yerbas y palos usados en la santería cubana.

Algunas cooperativas agrícolas, aprovechando el espacio de sus tierras, han establecido puestos de ventas de plantas medicinales.

 

 

Escrito por | Redacción TodoCuba

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