Lo que pudo ser ¡A cañonazo limpio con ellos!

jueves, 1 de agosto de 2019

“Eh, mambises… ¿usaron bien las tiritas de cuero?”. Eso decía el famoso general Resóplez en uno de los famosos animados de Elpidio Valdés, ese en el que el oficial español tiende una trampa al “pillo-manigüero-insurrecto-mambí” y en vez de balas y otras municiones, le deja llevarse un cargamento de tiritas de cuero. ¡A cañonazo limpio con ellos!

Ya sabemos cómo concluye al final esta historia.

Elpidio roba unas tuberías de bronce y arma un cañón de cuero que a golpe de mechazo disparaba cocos.

Y aunque al final el pintoresco patriota dice que lo del cañón de cuero no son cuentos de camino, es difícil creer que alguna vez los insurrectos usaron cañones…pero sí lo hicieron.

Y no precisamente de cuero para disparar cocos.

Advertencia: lo que van a leer ahora es pura especulación en torno a un suceso real, usando en alguna medida personajes reales y sucesos comprobados históricamente.

¡A cañonazo limpio con ellos!

Corre el año de 1897 en el Oriente de Cuba. La Guerra continúa y la victoria parece cada vez algo más cierta.

Valeriano Weyler es el Capitán General de Cuba y la política de reconcentración diezma a la población. Pero no al movimiento.

Calixto García es el jefe militar más antiguo en campaña luego de Máximo Gómez.

Asola a los españoles desde Las Tunas hasta Holguín con operaciones a veces temerarias, pero exitosas. Un día se levanta y expone su plan:

-Señores, -dice Calixto-esto les va a parecer una locura pero…hoy quiero quedarme con los cañones de los españoles.

-Pero General…-salta uno-luego de tantos años pudiendo haber conservado los cañones, ¿precisamente hoy los quiere? ¿Cómo los vamos a utilizar? ¿No es mejor seguirlos fundiendo para…?

-Pérez, por mentes como la suya es por la que la causa no avanza-riposta el veterano general.-Hay que hacer algo que ellos no se esperen. Ya basta de andar fundiendo los cañones para hacer balas. Con lo que hace un cañonazo, estamos ahorrando decenas de tiros.

-General, me queda otra duda-Pérez, de nuevo- No tenemos artilleros…nunca hemos…

-Yo voy a ver si sus grados de teniente se los dieron por estar haciendo preguntas, cará. Aquí si yo digo que hay que traerme sanos los cañones, usted, teniente Pérez, hará lo que pueda para que yo, Mayor General Calixto García, tenga esos cañones. ¿Está claro?

-Sí mi general.

Se entabla el combate y viéndose superados, los españoles emprenden la retirada intentando salvar con ella los cañones. A la voz de “a esos que se escapan”, la caballería cae sobre los artilleros en retirada y asegura la carga. Pérez regresa al campamento con su misión cumplida y un regalo adicional.

Días más tarde, un nuevo combate se espera. El diálogo entre los quintos españoles en la ciudad de Holguín se ve interrumpido por un sonoro cañonazo. La sorpresa es total: la única ventaja sobre el enemigo, se esfuma. “¿Tú te quedas a cuidar el pueblo? ¡Qué venga a cuidarlo el Rey!”

Del otro lado, Calixto García sonríe. Sabía que atacar al enemigo con sus propias armas tendría éxito. Se vira hacia la batería.

-¿Ve Pérez? El enemigo no sabe qué hacer y de seguro pronto habrá bandera blanca. Así usted será capitán y pasaremos a la historia por haber usado artillería por primera vez. Ahora, dígamele a esos panchos que afinen la puntería, que se piensen que nos tiran a nosotros y no a sus compañeros. Quiero entrar al pueblo para almorzar.

-Sí, mi general-se vuelve a los artilleros españoles prisioneros- Bueno gallegos, ya saben, ¡a darle fuego a la lata a ver si almorzamos en hora!