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Las 7 Maravillas de la ingeniería civil cubana: Sifón del alcantarillado de La Habana

La ciudad de La Habana contaba al finalizar el siglo XIX con unos 350 mil habitantes sin contar Casablanca ni Regla y cubría 22 km2.A la bahía, con una superficie de unos 6 km2, afluían parte de las aguas del río Almendares que conducía la Zanja Real y los arroyos Luyanó, Martín Pérez, Agua Dulce y Matadero, los que si bien de poco caudal, en época de crecidas aportaban a la bahía sedimentos que la iban cegando. De la zona al norte de la calle Reina y Carlos III corrían las aguas hacia el litoral.



Los pocos Km de cloacas existentes no respondían a un plan ni sistema y en él se descargaban las aguas negras conjuntamente con las pluviales, lo que requería grandes tragantes en las esquinas para la admisión de éstas últimas, pero que a la vez en la época de sequía se constituían en escape para los gases resultantes de la descomposición de las materias orgánicas depositadas en el fondo. Por el contrario, con los grandes aguaceros se desbordaban los albañales junto con el agua lluvia y corría sobre las aceras penetrando en las casas que tenían menor nivel que las calles.

Plano de la cloaca maestra que se encuentra bajo la Bahía de La Habana.

 

Al comenzar la ocupación, el gobierno norteamericano comprendió la necesidad de acometer la solución del alcantarillado de la ciudad, debido a las condiciones insalubres que se mantenían. El proyecto lo ejecutó Samuel Gray, ingeniero consultor y una de las más reconocidas autoridades en esa materia en los Estados Unidos, quien realizó todos los cálculos para una ciudad de 600 mil habitantes. Tanto en el proyecto como en las obras, se utilizó el término cloacas para designar las alcantarillas que conducían aguas de los inodoros, bañaderas, lavaderos, conjuntamente con los desechos de industrias, mataderos y establos. A los sistemas que recogían aguas de tejados, azoteas, parques, calles, arroyos y regadíos se les denominó drenes.

Trabajadores en plena labor en los laterales de El Templete

 

Desde el primer momento se definió por los proyectistas que, dado lo cerrada de la bahía, no se debían llevar a ésta el agua de las cloacas, por lo que sería necesario bombearlas al otro lado, a la zona de la Cabaña y de allí rebombarlas por una conductora que descargara al océano Atlántico, frente a la playa del Chivo. Esto determinó que se decidiera proyectar sistemas separados de cloacas y drenes, pues estos podían descargarse en la bahía, evitando el doble bombeo. Es importante destacar en fecha tan temprana el razonamiento técnico de evitar la contaminación de la bahía, cuando esos aspectos no habían adquirido el rigor que tienen en la actualidad.

Plano del túnel y tubo de descarga que va desde la estación de bombas de Casablanca hasta la Playa del Chivo.

 

La construcción del sistema de cloacas se inició el 21 de septiembre de 1908 y comprendía dos líneas. En gran medida la complejidad de las obras estuvo dada por las características del subsuelo, principalmente de barro con calizas cavernosas después de los dos metros, lo que hacía que las excavaciones por debajo del nivel del mar se anegaran. En la calle Tejadillo la profundidad de la zanja fue de ocho metros y pese al apuntalamiento de todos los edificios, dada la estrechez de la calle (5.5 metros) todos se rajaron. Las casas dañadas por las obras fueron reparadas por los contratistas, los que antes de comenzar a trabajar en cada cuadra visitaron casa por casa con un inspector del Gobierno y levantaban acta del estado en que se encontraban para evitar reclamaciones injustas.

Construcción de la zona de descarga final en la Playa de Chivo.

 

Todas las aguas albañales que recogían las dos marginales pasaban por una cámara de sedimentación y coladores, situada cerca de la Plaza de Armas, desde donde pasaban por un sifón de 2.14 metros de diámetro bajo la bahía que las conducía a la Cámara de Succión de Casa Blanca al otro lado del Puerto, de allí por bombas centrífugas se elevaban a la altura de la Cabaña y por gravedad a través de una tubería de hierro fundido de 1.52 metros de Ø se vertía a 147 metros de la costa, a una profundidad de 11 metros. El sifón requirió la construcción de un túnel bajo la bahía de 2.13 metros de diámetro y 375 de largo, obra que comenzó el 1º de mayo de 1911 y se terminó el 19 de abril de 1912. En febrero del año 1997, la Unión Nacional de Arquitectos e Ingenieros de la Construcción de Cuba seleccionó al túnel y el sifón como una de las Siete Maravillas de la Ingeniería Civil Cubana de todos los tiempos.

Escrito por | Redacción TodoCuba

Fuente: TodoCuba

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