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Las 7 Maravillas de la ingeniería civil cubana: Acueducto de Albear

A finales del siglo XIX murió en La Habana Francisco de Albear y Fernández de Lara, un prestigioso ingeniero, sin ver terminada la obra que lo haría trascender. Aún faltaban unos pocos años para que quedara inaugurada aunque quien le dio continuidad a los trabajos respetó cada diseño, cada trazado, cada plano de los realizados por aquel maestro de la ingeniera. Cuando uno camina por La Habana Vieja aún sobreviven las huellas de la Zanja Real, el primer gran acueducto construido por los españoles en América y también el primero en Cuba. Se comenzó en 1566 y se terminó en 1592, el año en que precisamente La Habana recibió el título de ciudad. Durante los dos siglos siguientes la población de la capital se abasteció de las aguas de la Zanja Real y también de aljibes alimentados del agua de lluvia que se recogía cuando caía en los tejados.



Manantiales originales de Vento

 

Con el inicio del siglo XIX la situación del agua en La Habana se volvió realmente crítica y por lo tanto en 1831 se decide la construcción de un nuevo acueducto. Para esta tarea se designan dos ingenieros Manuel Pastor y Nicolás Tamayo, quienes elaboran su proyecto desde la base de las aguas del Rio Almendares pero mediante el uso de una casa de filtros, por la cual mediante una conducción se traían las aguas del rio y mediante una tubería pues llegarían esas aguas a la ciudad. Desde el punto de vista de la calidad de las aguas esa casa de filtros no tuvo la calidad suficiente y las aguas demoraban mucho en pasar por ella, por lo que no cumplió las necesidades ni en calidad ni en cantidad para resolver el problema que presentaban los habitantes.

Plano del corte del túnel y sifón debajo del Rio Almendares

 

En 1848 se designa a Francisco de Albear como Director de Obras Publicas de la Junta Real de Fomento, él había nacido en 1816 y a los 19 años marchó a España a estudiar en la Academia del Real Cuerpo de Ingenieros, tal como lo dictaba la tradición familiar. Albear nació en el Castillo de los Tres Reyes del Morro, su padre era el jefe del castillo y Coronel del Cuerpo de Ingenieros. En 1839 se gradúa de ingeniero con notas sobresalientes y un reconocimiento del Ingeniero General del Ejército de España, la dirección del Cuerpo de Ingenieros de España decide ubicarlo en la subdirección de inspección de ingenieros de Cuba. Antes de su traslado a la Isla se le asigna un recorrido por los países más desarrollados de Europa, de manera que tuviera acceso a las obras más avanzadas de la ingeniera de su momento en esa época. Con estos conocimientos arriba a La Habana y se incorpora a las obras del cuerpo de ingenieros de la mayor de las Antillas.

Una de las pocos fotografías originales que se conserva de Francisco de Albear con su auxiliares en pleno proceso de construcción del acueducto.

 

Entre sus primeras tareas en suelo cubano estuvo la del reconocimiento del Rio Zaza, en la provincia de Santi Spíritus, la ampliación de los muelles de Cienfuegos y de regreso a La Habana participa en proyectos como el puente de Bacuranao, la remodelación y ampliación de los muelles habaneros y la construcción del jardín botánico de La Habana. Pero el abastecimiento de agua seguía siendo un problema para una ciudad que cada día veía como su población aumentaba, así que una vez más acuden a Albear, ahora como presidente de una comisión que estudiaría como llevar el agua a La Habana. Este programó para el abastecimiento a la población unos setenta litros por habitante al día para una ciudad de 300 mil habitantes, una capacidad que triplicaba la cantidad real de personas que vivían en la capital en esos momentos. Estos 70 litros suponían 20 litros más que los que se suministraba en las principales ciudades de Europa, donde el aseo personal y el consumo de agua no eran tan altos atendiendo las condiciones del clima.

 

Taza de Vento en la primera mitad del siglo XX.

 

Tras un minucioso estudio de los terrenos que rodeaban a la ciudad, en 1856 Albear argumentó la pertinencia de tomar el agua de los manantiales de Vento, ubicados a unos 11 km al suroeste de La Habana. Esto marcaba una diferencia con los acueductos que le precedieron, la Zanja Real y el Fernando VII, que tomaban el agua del Rio Almendares. Los manantiales de Vento tenían desde el punto de vista de su ubicación una dificultad técnica, estaban a las orillas del rio Almendares y por lo tanto en las crecidas del rio este inundaba esos acueductos. Por otra parte los principales manantiales quedaban del lado opuesto del rio y para poder extraer esa agua se requería de una tasa inicial que mediante un muro de contención lograra evitar las aguas del rio y cubrieran esos manantiales. Esta parte principal del proyecto fue lo que se conoció como taza de Vento pero ese solo era el comienzo del segundo problema: cómo pasar el agua del lado contrario del rio de manera tal de que llegase de la construcción hasta La Habana. Se decidió crear un canal por debajo del lecho del rio para iniciar la conducción hacia el resto de la capital.

 

Interiores de canal del Vento en 1908.

 

Como parte de ese inmenso proyecto se construyeron los depósitos de Palatino, creados por Albear como un depósito independiente de agua para garantizar el abastecimiento a los pobladores aun cuando se estuviera dando limpieza o mantenimiento a alguno de los tramos del canal. Este lugar tenía dos grandes ventajas: acortar el canal de conducción hacia el depósito y acerca el depósito al centro urbano que había ido desarrollándose en la ciudad. Las llegadas de estas aguas permitió una disminución sensible de las epidemias de cólera y otras enfermedades de transmisión hídrica sin embargo estas mismas condiciones contra las que lucho Albear terminaron por jugarle en su contra. Las condiciones sanitarias en que se desarrollaron las obras provocaron que se enfermara de paludismo, en esos momentos las fiebres que sufrió se les llamo fiebres de Vento, y falleciera en octubre de 1887. Esto no detuvo el avance de tan inmenso propósito y se continuó el trabajo bajo la dirección del Coronel de Ingenieros Joaquín Ruiz, quien continuó exactamente las obras de su maestro a lo largo de todo su desarrollo profesional. Finalmente la inauguración del depósito de Palatino así como las tuberías de distribución por la ciudad se realizó en un acto el 23 de enero de 1893. Esta excelencia ingenieril fue premiada en la Exposición Universal de Paris de 1878 con una mención especial dedicada a Francisco de Albear en la que se expresaba que su proyecto era digno de estudio hasta en sus más pequeños detalles que podía considerarse una obra maestra.

 

El Acueducto de Albear fue una de las obras maestras de la ingeniera universal del siglo XIX y es, sin lugar a dudas, la obra ingeniera más importante del periodo colonial en Cuba. Aun activo en la actualidad abastece a cinco municipios de la capital, lo que representa casi un 13% de la población de La Habana.

Curiosidades del Acueducto de Albear:

–              El agua del acueducto proviene de unos 400 manantiales de Vento

–              Los tanques de Palatino tienen depositada la cantidad de agua necesaria para el consumo de un día

–              Aporta el 13% del consumo de la Capital

–              En 124 años ha enviado sin costo de bombeo 7500 millones de m³ de agua a la Habana

–              Posee una pendiente 1:5000 que no requiere bombeo

Escrito por | Redacción TodoCuba

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