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La Milagrosa, un amor de Leyenda

La historia de amor que vivieron Amelia Goiry de la Hoz y su primo José Vicente Adot Rabell, nació en el siglo XIX y contó desde el primer momento con la oposición de la familia de ella porque el joven era de mediana posición económica. José Vicente fue de los muchos cubanos que se fueron a la manigua a luchar por la independencia de la Patria. Y Amelia espero, amarga y pacientemente…. A finales del siglo, concluida la contienda, él regresó con grados de capitán del Ejercito Libertador Cubano, y sin perder un instante pidió en matrimonio a Amelia, con quien a pesar de los muchos obstáculos se unió en matrimonio el 25 de junio de 1900, en una sencilla ceremonia celebrada en los salones del Palacio de Balboa.



Veintitrés años tenía Amelia y la felicidad hacia juego con su rostro noble y bello. Así alejados de la alta aristocracia, Vivian en un mundo de dichas que habían conquistado al fin, en nombre del amor. Y en nombre del amor supieron del estado de ingravidez de Amelia, ¡Todo parecía tan completo!, pero, ¡hay de las cosas de la vida, tan hermana a los silenciosos surcos de la muerte!

Amelia no sobrevivió al octavo mes de gestación. Debieron extraerle a la niña en intento desesperado por salvar su vida. Pero ambas fallecieron primero su hija y ella después. La tragedia tuvo lugar el 3 de mayo de 1901. En el Cementerio Cristóbal Colon le fue dada sepultura a Amelia Goiry, y según dicen, la niñita fue colocada entre sus piernas. Narran que desde ese día del entierro y durante cuarenta años que siguieron, José Vicente, visitó la tumba donde reposaban los restos del ser que más había amado en su vida. Se le veía tocar una de las 4 argollas de la tapa de la bóveda, la del lado del corazón, luego se paraba frente a la sepultura y permanecía largo tiempo en su soliloquio, conversando con ella.

Uno de los mejores escultores cubanos José Vilalta Saavedra, amigo de José Vicente, quiso llevar un poco de paz y afecto al desconsolado corazón del amante ofreciéndole una escultura que hizo de Amelia y que simboliza, en un bello conjunto escultórico, la maternidad. José Vicente añadió algo nuevo al ritual: después de «Despertar a su amada», tocando la argolla situada en la parte izquierda, la del corazón, conversaba con ella y se marchaba con el sombrero en el pecho, dando la vuelta por detrás de la escultura y retirándose despacio y solemnemente, sin dar la espalda jamás.

Dicen que expresaba que «a una dama no se le daba la espalda y menos a mi amada Amelia». Con el paso de los años, aquellos que observaron envejecer a José Vicente junto a la tumba de Amelia, le vieron partir para siempre el 24 de enero de 1941. Desde entonces ya desde mucho antes, centenares de personas fueron atribuyendo milagros al sitio donde reposan los restos de Amelia, debido a la leyenda que narra que al abrir la sepultura ella estaba intacta y la criatura que había sido colocada entre sus piernas yacía entre sus brazos… ¿Leyenda o realidad? Lo cierto es que Amelia ha recibido el nombre de «La Milagrosa del Cementerio Cristóbal Colon», y hasta ella llegan miles de personas para realizar sus peticiones.

¡Ah!, algo importante que no debemos obviar sobre el amor de Amelia y José Vicente, es que en su lecho de moribundo el pidió que le alcanzaran la foto de su amor y apretándola contra el pecho, exclamo: «Ya me puedo ir para siempre con mi amada» y por esas cosas de la vida y de la muerte, sucedió que la argolla que tocó durante cuarenta años, la del lado del corazón, con la cual despertaba a Amelia, según la leyenda, desapareció del lugar, nadie sabe cómo.

Escrito por | Redacción TodoCuba

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