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Dime cómo es la calle y adivinaré el nombre

En el año 1604 se constituyó el cabildo de La Habana, y en ella el regidor Juan Recio afirmó que era imperioso ponerle nombres a las calles de la villa, pues en esta no había ninguna calle recta y todas se entremezclaban.



Las personas iban de aquí para allá sin saber por dónde caminaban.

Por tal motivo, rápidamente las calles tuvieron apodos.

Aunque cabe destacar que ninguna fue nombrada por las autoridades sino por el propio pueblo, con el caos y jocosidad habitual.

Por ejemplo, la calle Los Oficios debe su nombre al lugar donde el joyero hizo el pendiente, el zapatero remendó zapatos y el panadero horneó panes.

La calle Alambique fue llamada así por la existencia en el lugar de un objeto de este que amortiguaba la sed de vecinos y visitantes.

calle Alambique en Cuba. FUENTE: Mapio.Net

Como curiosidad, la calle Gervasio no debe su nombre a ninguna personalidad, sino a un jardinero común y corriente que sembró el primer mango del cual se tiene conciencia en la Villa.

También en lo que se conoce como Aguacate, la denominación viene dada por un fructuoso árbol

Por ejemplo, Zanja ni siquiera la que le estorba al grupo Buena Fé en su canción, sino que fue luz en la oscuridad.

En el lugar se creó el primer acueducto de América, que surtió La Habana por más de 40 años.

Además, la conocida calle de Obispo, creada en el siglo XXVI por comerciantes residentes de las zonas cercanas a la Bahía de La Habana.

Tuvo entre otras denominaciones la del Consulado, pues en ella existió la casa donde se alojaba el representante de la corona española y con el que se le conoció durante poco tiempo.

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Quién iba a decir que aquellos nombres irónicos se quedarían durante siglos en la mente y el argot popular de los habaneros. FUENTE: static.panoramio.com

Pero el ejemplo más fehaciente de que fue el pueblo con su singular sentido del humor el que les puso nombre a las calles habaneras fue el siguiente. Refugio.

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La Calle Refugio en Cuba. FUENTE: Mapio.net

Debe su nombre la a presencia un día del Capitán General Ricafort, a quien un aguacero sorprendió en el pasaje y se albergó en casa de una viuda costurera de apellido Méndez.

Cuentan que el general siguió frecuentando por varios años la humilde morada, porque según las malas lenguas, aquel había sido su refugio en tiempos de necesidad y de lluvia, por supuesto.

Quién iba a decir que aquellos nombres irónicos se quedarían durante siglos en la mente y el argot popular de los habaneros. Ellos son muestra de la idiosincrasia y costumbres del cubano.

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Escrito por | Redacción TodoCuba

Fuente: ArchivoTodocuba

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